Ahora que se han puesto de moda los paneles en los medios, me impacta con más fuerza, algo qué desde niño noté. Y es la constante tendencia de apretar los tornillos que fijan al micrófono en la posición deseada. Pero, el ser tantas las veces que eso se hace, me dio el título del presente texto.

Luego entró en mi juicio el juego que hay entre el sentido común y la realidad. Y lo primero que se me ocurrió fue el pensar que, tal vez, la vibración de las voces pudieran aflojarlos(los tornillos). También creí en la posibilidad de que de tanto ajustar la tuerca del pedestal, disminuyera la presión en los pernos.

Pero ambas presunciones cayeron frente al imaginarme la señal qué envía el cerebro a nuestros brazos cuando se trata de pensar. Aunque tal idea también sucumbió ante los posibles resultados de esa acción. Porque habría que tomar en cuenta los niveles de los conceptos expresados(qué en muchos no dan para tanto).

Más, hubo algo qué sí me llevó a considerar lo que cuesta usar la memoria. Y hasta le añadí el rápido palpitar en las miradas de los panelistas. Por lo que concebí que el constante ajuste de los tornillos, lo podría explicar un pleito entre el alma y el seso del humano. Hurgando en lo archivado, en sabrá Dios qué lugar de la conciencia.

Sin embargo, otra sana visión me permite ver cuando de verdad el tornillo está flojo. ¡Pero también cuando no lo está! Qué, por cierto, son la mayoría. Más, erguido sobre este punto, recordé a los técnicos y el posible éxito de su oficio. Ya qué esa manía de los charlistas podría darles comida.

Pero, afortunadamente, mientras yo pulso el teclado(qué no tiene tornillos), me río de lo que acabo de descubrir, qué es: ¡La estrecha relación que hay entre una manía y los tornillos flojos de muchos!