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Mi tía

En una sola gota se contienen el paso de carretas de lila por un puente marrón, y en otra gota mayor hay una vida ligera y crímenes de posada. Sólo de dos gotas consta la lluvia, y puedo ver como caen, una sobre un balde celeste de manija negra de plástico que era de mi abuela y que mamá siempre usó para llevar la ropa desde el lavadero hasta la soga que hay en el patio. La otra gota cayó justo en la copa que tenía el champagne de mi tía un segundo antes de su brindis celebrador de la posible felicidad que acarreaba su matrimonio. Creo que sólo yo las noté, fue difícil percibirlas en su simultaneidad y entre los gritos de mis primos que suponían casi tanto como mi tía la felicidad del matrimonio. El lila es mi abuela que como toda persona de más de 60 conoce muy bien todos los colores y sus variables de combinación al vestir y las plantas del cual llevan (o reciben) su nombre. La mesa marrón nunca se vio favorecida por el nombre de una flor, aunque su naturaleza de madera la acerque más que los colores. Sentado, con monóculo y copa en mano, mi tío abuelo usó su carisma en función del brindis: - ¡ Qué la pareja sea feliz, que cojan y se procreen, que se desesperen por sus hijos y sus hijos por ellos, que dentro de 20 años no tengan nada que hacer y que puedan aprender a perpetuarse en la tumba con dignidad, en base a la gran práctica mundana!-.
Las copas chocaron, salvo la mía y la del amigo de mi tía que decidió hundir durante toda la noche su bigote en whisky. Habían firmado ya su decisión ante el gran Estado que gracias a la democracia reinante permitió que éstas dos personas se unan sin más problemas que el de una firma y el de sacar turno debidamente un mes antes. No hubo noche de bodas en hotel 5 estrellas, salieron directamente en camioneta hacia parajes desconocidos en un viaje no más aventurado que su matrimonio. Mi familia siguió su vida con normalidad; el único atormentado fue Raúl, hombre que apenas me llega al hombro, ese día tenía un traje violeta (mi abuela le encontraría un mejor adjetivo, el color se parecía a cierta flor que ella cuidaba a diario en su jardín, flor con olor a perfume de señora de las que se encuentran en primera fila en los conciertos de Wagner), corbatero de oro y lentes gruesos, el hombre estaba decepcionado por su fracaso romántico. Llegaba a los 40 y ya le quedaba poco tiempo antes de comenzar su carrera autodidacta de rigidez en el cajón. El superyó le permitía 5 o 6 años más de plazo y ya le hacía correr cierta adrenalina ante su imposibilidad de matrimonio.
Volvió a su departamento en taxi bastante borracho, se acostó pensando con optimismo y sorpresa en su futuro cercano, se despertó con mal aliento y dolor de cabeza. En la cocina tomó un café y ojeó el diario, los eventos sociales nunca se publican ni tienen entrada libre. Armó la boquilla, colocó el cigarrillo y se dispuso a fumar mientras intentaba recordar el lugar en el cual estaba su piloto y el paraguas. Ubicó a ambos en el armario del comedor en su imaginación y luego lo comprobó en la práctica. Salió con aliento a café y tabaco, y algo del whisky de la noche anterior.
Por la mañana hacía largas colas del las que hacen los desocupados enfrente a modernos edificios buscando conseguir un puesto de trabajo, él sólo buscaba alguna desocupada. Charlaba con mujeres de 30 a 45 años, o con gentleman’s, cosa no muy común entre las filas de los hipermercados. Después de boicotearse en 3 o 4 entrevistas, y si no había conseguido ningún contacto de interés, iba a la guardia del hospital más cercano a revisarse alguna infección que le aquejase o un dolor de garganta inexplicable hasta para el propio médico.
En un hospital a 2 cuadras de cierto hipermercado conoció a mi tía, durante la estadía de ambos en Miami, el día del accidente de su ex esposo. La vio en el mismo momento en que ella se enteraba de su reciente viudez, y se enamoró. Era una viuda fuera de lo normal, sin velo ni vestido negro, sin clavel ni ojeras; pura energía cuando le preguntaba al médico, o a dios, o a ella misma el por qué. Fue la primera mujer que vio él preguntando con gran furor sobre causas, y se excitó de verla golpear al médico suavemente en el pecho. Cuando la histeria se transformó en lágrima tranquila y respiración afectada, Raúl se acercó y se puso a su disposición tomándole la mano. Mi tía, que estaba a unos 5000 Km de su casa, sola y sin un centavo (todo su dinero se había esfumado al explotar el auto), necesitaba ayuda. El le convidó un café con cognac en su departamento, ella declinó el café. (Después de dos horas de cognac todo se hizo más fácil para Raúl que se mantenía activo de tanta inactividad). Lo despertaron esa mañana las lágrimas, o más bien los gritos que acompañaban a las lágrimas de mi tía. Él la abrazó y volvieron a empezar.
Después Irene (mi tía) se sentó en un taburete apoyando los brazos en la barra que daba a la cocina, mientras Raúl llenaba la pava y limpiaba el mate.
- Es extraño verte hacer mate en bata, 8 de la mañana del días después de la muerte de Antonio -. Dijo ella y lo miró fijo
- Si bien yo estoy en mi departamento haciendo mate a las 8 de la mañana como todos los días, para mi tampoco es muy normal; sobre todo la parte en que vos me miras entre lágrimas y sonrisa. Vos, viuda reciente de un tal Antonio que no tuve el gusto de conocer. Pero quiero exponerme al fuerte aire de cambio de ésta mañana que finalmente y por suerte es distinta de la de ayer.-
El primer mate ya cebado pasaba de manos junto con una pequeña sonrisa.
- ¿Te hacés alguna idea de quién soy? Durante toda la noche estuve segura de que no y lo preferí así, ya no estoy tan segura.-
- No, en realidad... o si, me hago alguna idea, pero sé que seguramente estoy muy alejado de la realidad. Creo que me gustaría saberlo, por lo menos saber cómo vos pensás que sos, o por lo menos tengo ganas de que me cuentas alguna vida, aunque no sea la tuya realmente
- Bueno, te cuento... buen mate eh,
- ¿Te gusta? Hacía mucho que no tomaba mate acompañado
- Si, te decía... nací, como ya sabrás, en La Plata el 11 de Noviembre del 62, más o menos cuando The Beatles sacaban Love my do. Mi mamá era joven así que enseguida se hizo fanática. Tenía 21 años ella, se casó de apuro, pero tuvo suerte porque mi viejo es un tipo divino, sin embargo nunca la mandó a la mierda. No tuve nunca buena relación con ella, quizás si cuando era muy chiquita pero no me acuerdo.
- Pasame el mate -.
- Si toma. Bueno, fui al jardín, primaria, y secundario como todo el mundo, mi vieja no tenía ningún gusto especial por ninguna actividad y mi viejo estaba siempre demasiado ocupado (supongo que un poco para esquivarla), así que no me inculcaron ninguna pasión. Quisieron aprovechar ese campo sin cultivar los miles de partidos zurdos que había en esa época, digo, en mi época de secundario, pero a mi la preocupación social, “el compromiso” me duró poco. Más me duró el descompromiso, prefería estar tirada en mi cama escuchando a los Beatles, ya pasados de moda, y charlando boludeces con alguna amiga. Me enamoré en quinto año por primera vez, creo que fue más porque ya era hora que por otra cosa. A Antonio lo conocí en la casa de una amiga. Creo que empezó a gustarme por la sorpresa que me dio cuando me enteré de que le importaba poca cosa si el Che había muerto por nosotros o si ese había sido Jesús. Bueno, él jugaba al fútbol y tenía un cuerpo espectacular; yo estaba sola. Nos enamoramos demasiado rápido y como a los dos años quedé embarazada. Firmamos para salir del paso, él tenía mucha plata y el padre nos compró una casa allá en La Plata, enfrente a la plaza Belgrano. Una vez tuve el primero, y estando casada y con casa, me resigné y tuve 2 más. Y ya finalizando, hace como un mes Antonio me dijo que tenía un regalo especial de aniversario y acá estoy.
- Bueno, ahora que te conozco se puede decir que tengo una amplia ventaja sobre vos -.
Ambos sonrieron.
- Si, pero yo ya pasé la etapa más difícil, ahora te toca a vos contar. No la hagas muy larga que yo me aburro rápido -.
- Aunque parezca increíble no sé por donde empezar.
- Pasame la pava que cebo yo -.
- Si. No tuve la fortuna de nacer el mismo año que ninguna gran banda, por lo menos no tuve la fortuna de enterarme. Nací en el 55, cuando echaron a Perón (algo es algo), mi viejo era ultra peronista y durante toda mi infancia se la pasó puteando. No tengo hermanos, ni primos; así que mi infancia fue bastante solitaria, tampoco hice el jardín. Entre directamente en la primaria y la pasé casi sin que nadie se entere, el secundario no fue muy distinto. No me casé con una jugadora de fútbol, va, no me casé. Hace más o menos 5 años que intento conocer gente en lugares extraños y por eso me vine acá a Miami. Éste departamento es de mi viejo, lo compró el año que ganó el prode, tuvo suerte. El día que lo ganó presento la renuncia en el laburo, se despidió de sus amigos del sindicato y se vino para acá a poner la guita en el banco. Todavía vivimos de eso -.
- ¿Sos peronista? -.
- No, soy prodista. Desde ese día que no me preocupo más que de mi y de la guita de mi viejo -.
Se rieron, se miraron y siguieron con el mate. Ninguno de los dos le creyó una palabra al otro. Mi tía habló ese mismo día a casa para avisar del accidente, de la muerte de Antonio y todas esas cosas. Se despidió casi sin más de Raúl, aunque por decoro le dejó la dirección de su casa en La Plata.


Texto agregado el 07-10-2002, y leído por 712 visitantes. (0 votos)


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