Hoy que pisas el suelo entre las tibias rachas
de un viento que recorre montañas y planicies;
hoy que respiras mi aire, que escuchas mis palabras,
que dan cuenta tus ojos de humedales y líquenes...
Hoy que puedo mirarte tan real, tan sin magia,
con la pura belleza de las cosas más simples,
déjame que me acerque a tu experiencia humana
con esa deferencia que despierta una virgen.
No hace falta que mientas, de verdad, no hace falta,
tan solo necesito que tú me necesites,
pero solo un instante para lavar tus plantas,
porque aquí, en esta vida, los caminos son grises...
En el Cielo no existe la pasión ordinaria,
allí todo es un cántico de divinas estirpes.
¿Cómo puedes amar de una forma tan baja
para arrastrar por tierra tu pureza indecible?
Pero no me hagas caso... ¡Solo enjuga tus lágrimas!
Ya no llores por alguien que nunca mereciste;
no olvides tu linaje servicial a las almas,
pero que también mora sobre el Trono Sublime.
Cierra tus ojos, ángel, no fijes tu mirada
en un hombre que gesta tu caída tan triste,
pues ya se acaba el tiempo de replegar tus alas...
descansa entre mis brazos... ¡y luego puedes irte!
L.G.C.
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