Erik Satie me demuestra, cada vez que lo escucho, que la sencillez es belleza; que los silencios pesan más que las notas, y que la obsesión puede ser el camino hacia la inmortalidad. Louis-Ferdinand Céline me enseñó que la sabiduría y el buen juicio a veces solo se alcanzan siendo un auténtico hijo de puta. Daniel Kehlmann se burla de la historia, la vuelve absurdamente dramática y cómica; su mensaje es claro: no te creas la basura que te cuentan los libros de historia. Bach me lo recuerda siempre con sus notas: la obra habla por nosotros, así que no seas vanidoso, pequeño insecto bípedo. Lucrecio me lo arroja al rostro: eres un átomo que depende de otro átomo, y este de otro más, para formar algo que tarde o temprano se transforma y da paso a nuevas formas. El payaso Gomita me lo dijo una vez: si no te ríes de la vida, te saco los dientes de un golpe en el hocico.