Hoy tenemos a manos la oportunidad de dejar un vicio adquirido. Y sé trata de algo qué luce simple, pero que tiene raíces profundas. Y el niño es el primer detector de esa habitual actividad. Hecho qué a mi me tomó ocho años descubrir. Y logrado porque fue parte del mejor aprendizaje humano: el que tú adquieres cuando no sabes lo que pasa contigo.

Y la base del fenómeno es nuestro idioma. Porque con el, los comandos que requieren de una acción, el cerebro los archiva en un disco duro. Qué ni los años con sus achaques y alteraciones logran borrarlos. Pero concomitantemente, también entran las designaciones de todo lo que nos rodea: el suelo, el piso, la puerta, la ventana, la cocina, la comida, el plato y la cuchara.

Luego llegó la forma consciente de archivar que tiene el cráneo. Entonces, en mi sé dio lo de la detección de lo incongruente, algo muy propio del niño. Porque era un choque entre lo aprendido(por mi) y el uso del adulto de un nuevo criterio acerca de lo mismo. Por eso, mi abuelo, me dijo una vez al oído: ‘qué los niños solo hablan después que las gallinas mean’. ¡Qué entenderlo me tomó un largo tiempo!

Pero lo malo de todo, es que mi comportamiento terminó contradiciendo al archivo que tengo dentro del ‘coco’. Aunque, lo peor fue ver que entre mis congéneres, aparecen los que después de remover la verdad, la reemplazan por lo falso. Y qué sin ser actores, venden el absurdo embuste cómo una verdad incontrovertible.

Pero, afortunadamente, no todo ha fracasado. Ya que el modernismo de las redes ha traído lo qué puede mostrar lo oculto. ¡Es cuestión de comenzar a usarlo en ese sentido! ¿Difícil?