Como por costumbre,
mis pensamientos aun insisten
en hablarle a tu recuerdo.
Solitario atardecer,
que alcanzó mi alma
desnudando realidades.
Demostrando que el tiempo
nunca fue antídoto del dulce veneno
que supiste dejar en mi ser.

Sigo reclamando caricias,
desde mi cuerpo.
Mientras mis manos aun esperan,
el alimento de tu piel
que enseñaste a cosechar.
Sed que abrasa mi boca
añorando el néctar
que tus labios supieron destilar,
para ofrecerme y aliviar.

Bastaba tu mirada
para que el deseo fluya
transformando el destino,
de mis pasos.
Caminar que se aventuró,
más allá de mis límites,
en claro objetivo:
reclamar aquello que tus ganas
inventaban para mi.

Olvidamos el poder creador.
No volvimos a transformar en carne
nuestros sueños.
De la calidez de esa magia
hoy solo quedan fantasmas.