"El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo."
Jorge Luis Borges
Me duele una mujer en todo el cuerpo,
me duele una mujer en todo el alma,
lo que abarque, maldita, mi existencia
desde el tormento actual hasta el mañana.
No padecí otro mal tan sanguinario,
pues tan sanguinario es que despedaza,
que me golpea el espíritu por dentro
de tal forma que sufren mis entrañas.
Ella empezó, de pronto, este suplicio
una noche de juegos entre sábanas:
pues no conforme con morderme un lóbulo,
me clavó los diez dedos en la espalda.
Me comenzó a besar para asfixiarme
hasta insuflar su aliento en mi garganta;
y al acercar sus ojos a los míos,
me convirtió en la bestia de Cortázar.
Porque hacer el amor no es algo etéreo,
no ignoro que se lleven ciertas prácticas,
pero no de una forma tan salvaje
que nos deje la carne anonadada.
Yo no sé cuándo fue que lo exterior,
como invasor ejército de espadas,
me comenzó a abrir en mil pedazos
hasta encontrar la brecha en mi muralla.
Al derribar los muros de mi temple,
pacté mi rendición casi inmediata:
mi corazón dejó su trono santo,
mis pensamientos súbditos, sus lanzas...
Mi gobierno cesó, fue derrocado,
mi Jericó pueril fue derribada,
¡y nunca vino el día del exilio
que mi inocente espíritu esperaba!
Tras la humareda del incendio previo,
en la ceniza del amor, nefanda,
vi tirado en el suelo mi estandarte
al contemplar, acéfola, mi estatua.
Ella tomó mi cetro y mi corona,
y vi de pronto mi nación esclava;
y mis sueños, vasallos de mi estirpe,
antes de batallar, se persignaban.
Y tras tapiar los largos pasadillos
de mi mente que huían de las lágrimas,
me susurró su edicto retorcido:
asesinar mi amor en otra cama.
L.G.C.
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