Suena la música...
Una mirada triste y cansada trás unas notas acompasadas de una melodía que se olvidará, ocupa el centro de una cara con la tez arrugada y manchada por la falta de fé, engañada de si misma, como confiar en alguien si uno mismo se traiciona sin compasión, siempre.
Como puede resultar que la simple confianza acabe doliendo, siempre.
Llegan tiempos de prohibición,
Prohibido relajarse,
Prohibido cometer errores
Prohibido sentir el vacío bajo tus pies mientras dejas que tu peso cae.
Las historias siguen repitiéndose,
¿Y los errores para que están?
Desaparecen de la memoria, mientras el cansancio cicatriza sobre la piel, siete capas engarrotadas conteniendo una pequeña alma.
Por fin se siente el vacío, allá donde siempre lo hubo,
La mente en blanco turbada por demasiados colores mezclándose entre si, mientras convergen dejan un sabor amargo, negro.
Por fin se siente el vacío...
La mirada desaparece poco a poco, se difumina acompañada de un gran buda falso, que recorrió un camino corrompido hacía una iluminación fundida como si de una bombilla vieja y defectuosa se tratara.
El silencio, la sombra que desprende mi cuerpo presagia un nuevo día, un nuevo amanecer, de algún lugar debe surgir el sol, pienso, mientras el estruendo del silencio persiste en urgar las heridas que parecen no existir, escondidas entre una multitud irreal...
Como irreal es mi yo.
Como irreal es mi sombra.
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