Un lugar mágico.
Jamás imaginé encontrarme un día, en un lugar extraordinariamente mágico, aunque en esta vida nada suele ser lo que parece. Los juegos y la alegría de los niños y mayores era tal que me parecía estar en un lugar mágico.
Recorría un parque de diversiones, con mi mochila al hombro, cuando al pasar por una carpa me detuve al ver a una hermosa gitana que me preguntaba si estaría dispuesto por solamente un dólar a dejar que leyera mi destino, en mis manos.
Por supuesto que acepté, podía pagar ese dólar y además gracias a él podría ver y sentir a aquella hermosa mujer, aunque más no fuera por unos minutos, valdría la pena.
Me invitó a pasar y a sentarme en una silla frente a ella del otro lado de la mesa.
Sobre la mesita una bandeja con masitas y una jarra de agua caliente en cuyo interior estaban dos bolsitas de té que ella sirvió para los dos.
El olor a té recién hecho me hacía sentir como en casa y aquellas masitas de chocolate tal como las hiciera mi madre, me transportaron a otro mundo.
La joven gitana tomó mis manos luego de habernos deleitado con aquello y me sonrió de tal manera que a pesar de haber cumplido ya mis primeros veinte años, nunca había visto una sonrisa igual.
Comenzó la lectura de mis manos con aciertos increíbles, mientras yo no podía dejar de mirarla, aquellos ojos negros, profundos y tan brillantes hicieron el milagro, me enamoré por primera vez, pero de verdad, lo sentía en mis huesos, en mi cabeza y en todo mi cuerpo.
Me dijo tantas cosas que me dejaban hipnotizado al escucharla, pero todo tiene un final y llegó la hora de irme a pesar de que no podía moverme, como dije, estaba hipnotizado.
De pronto las luces del parque se fueron apagando de a poco y vi cómo la gente se retiraba cada cual a sus hogares debido a lo tarde que era. El parque tenía un horario y a la hora exacta cerraba.
Quise mirar otra vez a la hermosa gitana, pero todo estaba oscuro y con mucha pena tuve que irme.
Al día siguiente, por supuesto volví y quise verla, pero por más que la busqué no lo logré, se había desvanecido en el aire ya que al preguntar por ella a otros empleados del parque me preguntaron si estaba seguro, que allí no había ninguna carpa y menos con una gitana adivina.
Aquello me extrañó mucho, no podía creer que todo hubiera sido mi imaginación porque recordaba aquellos momentos plenamente, aquello había ocurrido, de eso estaba seguro.
Al volver a casa, muy triste, a lo lejos vi a unas mujeres riendo y cantando mientras me observaban y me acerqué a ellas a preguntarles lo mismo que había hecho a los empleados del parque, pero nada, a la gitana se la había llevado el viento junto con la carpa y con mis ilusiones.
Tan mal me sentía que mi madre llamó al médico, debido a la fiebre que tenía el cual al verme me preguntó si había tomado algo a lo que le contesté que no, pero el médico con un guiño me dijo que ahora que no estaba mi madre podía decirle la verdad.
No le entendí hasta que me lo aclaró, parece mentira que a mis veinte años no me hubiera dado cuenta qué era lo que me preguntaba. Por ese entonces no tenía muchas luces encendidas en mi cabeza.
Igualmente le dije que no, no acostumbro ni a emborracharme ni drogarme a pesar de que otros lo hagan. El médico me dijo que tenía una intoxicación bastante rara y que por el momento tendría que hacerme un análisis de orina para confirmar sus sospechas y que al otro día podía hacer vida normal porque, o yo era muy fuerte o la dosis era poca, aún no lo sabía.
Al día siguiente luego del examen de orina, fui a la facultad y traté de seguir con mi vida normal y quizá viendo otras chicas me olvidara de la bendita gitana.
El asunto fue que apenas entro a mi clase de biología me encuentro con una profesora nueva, la anterior tenía licencia y por un mes no vendría a darnos clase.
La nueva profesora me parecía conocida, pero de momento no pude recordar de donde hasta que me fijé en una de sus pulseras, era idéntica a una que había visto en la muñeca de la mano derecha de la gitana.
Aquello me extrañó y me tomé el atrevimiento de preguntarle si tenía una hija ya que era muy parecida a una joven que encontré por casualidad en un parque.
La profesora me miró con aquellos ojos negros casi iguales a los de mi gitana y me dijo que tenía dos hijas mellizas y que verdaderamente se le parecían.
Ya no pude soportar más el misterio y cuando la profesora se fue, la seguí.
A pocas cuadras de la facultad estaba su casa y en ella, desde la ventana la saludaban dos hermosas muchachas, el problema era que no podía distinguir cuál era la que, para mí interior, llamaba, mi gitana, hasta que di la vuelta y entré al jardín de la casa, allí la vi, hermosa ya sin su traje de gitana, tan moderna y juvenil que me impactó cuando al acercarse a mí me dijo que jamás hubiera imaginado que la encontraría.
No podía cerrar la boca ni articular palabras hasta que ella me dijo que me sentara que tenía que disculparse ya que aquello no había sido más que una broma que idearon ella y su hermana.
Me confesó que se había enamorado de mi al verme en la facultad y que con una pequeña carpa hicieron el resto…
Me contó que me había oído hablar con un amigo en la facultad que pensaba ir al parque y como ellas conocen a todos allí, la cubrieron con la mentira diciendo que nunca la habían visto.
En el té habían puesto algo para hacerme quedar más vulnerable, pero nunca pensaron que podía hacerme mal y me pedía perdón por aquella broma. Supo que el té me había hecho mal porque el médico era amigo de la madre.
La verdad es que todo hubiera terminado o empezado allí, pero algo me decía que aquello no era normal, pero por un buen rato no pude moverme.
Ahora que han pasado mis segundos vente años, pienso que mi corazonada final fue acertada, no quise volver a saber nada de ella no me gustó la manera que tuvo de hacer las cosas y tuve razón, conocí a otra chica en otra clase y después de unos años nos casamos, hoy al ir al colegio de mi hijo a buscarlo, prendí la radio del auto mientras lo esperaba y vaya si me sorprendí, las noticias hablaban sobre dos hermanas mellizas que junto a su madre, una profesora, hacían y vendían drogas en la puerta de la facultad, que eran buscadas desde hacía años por sospecha, pero que recién ahora las habían descubierto. Al ser mellizas cuando una estaba en un lugar, la otra lo hacía bien lejos y así obtenían las coartadas. Eran muy escurridizas y se sospechaba que la madre junto con otros delincuentes había formado una banda y ella era la cabecilla.
Mi corazón dio un salto al pensar lo que hubiera sido mi vida si hubiera seguido hechizado por aquella a la que solía llamar, mi gitana. Y ahora más que nunca creo que como dije antes, no todo en esta vida es lo que parece.
Omenia
21/5/2025
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