El hombre del lienzo
Paula se sintió atraída por la casa desde el primer instante en que la vio. El año anterior había sido terrible para la joven y decidió reiniciar su vida construyendo su propio refugio.
Durante los primeros días de la mudanza, la muchacha se sumergió en la tarea de limpiar, ordenar y decorar cada rincón de la casa. Trabajó sin descanso y, satisfecha con el resultado, finalizó su trabajo con el sótano. El lugar desprendía un olor a humedad, montones de cajas desbordaban decoraciones navideñas deterioradas, ángeles de cerámica sin alas y cables de luces fundidas desde hacía tiempo. Todo en ese sótano transmitía una sensación de deterioro.
En un rincón, sus ojos se detuvieron en una antigua cortina de damasco colgada directamente sobre la pared. El brillo de su tejido era inexistente y el patrón de flores y hojas se veía desvanecido por el paso del tiempo y el polvo acumulado. Con cuidado, apartó los paneles para descubrir una pintura.
El óleo mostraba a un hombre de rostro severo y expresión arrogante, ataviado con chistera y levita. Curiosamente, lo que capturó su atención fue su mano. El brazo se extendía hasta posarse sobre una gran mancha de humedad en la pared. Al principio, la tomó por una simple huella del abandono. Pero, al acercarse, la mancha cobró la forma de una silueta femenina que temblaba y se sacudía débilmente.
Asustada, la chica retrocedió un paso; el aire del sótano se volvió denso, como si la casa misma exhalara sobre ella. La mancha con figura femenina pulsaba en un inquietante y cansado latido mientras la mano del hombre sobre la mancha aparentaba contenerla.
Recordó entonces lo que el agente inmobiliario le contó el día que firmó los papeles de la propiedad. “Hace muchos años, una joven desapareció en esta casa”, dijo, evitando mirarla a los ojos. “Sus padres la buscaron mucho tiempo, pero no pudieron soportar vivir en esta propiedad y se mudaron abandonando la casa. Luego, a su muerte hace unos meses, sus familiares decidieron venderla.” La chica sintió una leve incomodidad al escuchar el relato, pero la historia se había convertido en una leyenda local que el tiempo había relegado.
Ahora, frente a aquella pintura, no podía dejar de pensar que la joven desaparecida tantos años atrás tenía algo que ver con la figura en la mancha. El hombre en la pintura la observaba con una intensidad perturbadora.
“¿Quién eres?”, murmuró Paula.
Un susurro recorrió la habitación, apenas un roce en el aire. “Acércate”, respondió una voz que no pudo identificar y que surgía de la misma pintura. Aterrada, la joven dio un paso más hacia el cuadro, como arrastrada por una fuerza invisible.
En ese instante, algo cambió. La mancha en la pared se expandió, desbordándose, cubriendo la pintura y derramándose sobre el piso cual lodo primigenio. Paula, totalmente aturdida, fue incapaz de resistirse cuando sintió un tirón helado engulléndola.
La sensación fue escalofriante. Todo su ser fue absorbido como si el cuadro fuese un agujero negro. La chica intentó gritar inútilmente. Su voz debilitada en la quietud del lienzo y el hombre, cuya mano ya no descansaba sobre la mancha, ahora se volvía hacia ella atrayéndola a su lado.
Y entonces, Paula desapareció.
Pasaron varios días y la policía llegó a la casa, alertada por las llamadas de amigos de la ciudad que no podían contactarla. Cuando los agentes entraron al sótano, la pintura fue lo primero que les llamó la atención. El antiguo cuadro mostraba a un hombre de mirada sombría y una mujer increíblemente parecida a Paula, su rostro perfectamente perfilado, como si la imagen estuviese recién restaurada.
El oficial, un hombre de rostro grave y mirada cansada, observó el cuadro con detenimiento. “Es extraño", pensó, tocando el borde del lienzo con la punta de sus dedos. "Este cuadro debe tener más de 100 años."
Pero la mujer en la pintura, con su semblante triste e inalcanzable, no dejaba lugar a dudas. La mujer desaparecida estaba allí, atrapada en un lugar donde el tiempo permanecía impasible.
El oficial intentó comprender lo que veía. "Imposible", masculló como si sus palabras pudieran romper la realidad ante sus ojos. "No puede ser ella… ¿Cómo podría ser?"
No obstante, en sus entrañas, algo le decía que la casa guardaba un secreto mucho más terrible de lo que cualquiera podría imaginar. Y que Paula, como aquella joven antes que ella, ahora formaba parte de una historia que nunca debió haberse contado.
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