Cada vez que deseo introducirme
en el linde arquetípico y perfecto
con lo que puedo, acaso, definirme
en lenguaje específico y directo...

Me basta solamente con rendirme
al logos del ayer, pluscuamperfecto,
que no piensa en la métrica al medirme
entre espontáneas rimas al respecto.

Y una vez en la jaula del esteta,
al fin cruza mi mano de poeta
los herrumbrosos hierros, algo herida...

Y tras tocar la estrella más lejana,
suelo salir de nuevo en la mañana
hacia la burda prosa de la vida.

L.G.C.