Las pequeñas cosas.
Helena no podía creerlo o, mejor dicho, no quería creerlo, pero estaba sucediendo.
Las pequeñas cosas estaban destruyendo su vida.
Tres años de casada y ya estaba sucediendo, sus amigas casadas se lo habían dicho, pero ella se negaba a creerlo, jamás pensó que aquellas pequeñeces arruinarían su matrimonio.
Se había casado muy enamorada, pero a medida que pasaba el tiempo comenzaron a surgir pequeños detalles que le molestaban.
El tubo de la pasta de dientes abierto, el dejar la basura para sacarla otro día, sabiendo que esos eran deberes de Martín ya que ella era la que mantenía la casa y el tiempo no le daba, el arreglo de la casa, la cocina y el trabajo la tenían agotada mientras que Martín veía películas y jugaba con el videojuego, aquello no era justo.
Se lo había hecho notar miles de veces, pero a él a pesar de prometerle que lo haría, que sacaría la basura, colgaría la ropa y tantas cosas simples que a ella la ayudarían a ser más llevadera su vida, Martín parecía no darle importancia.
Pero llegó el día en que Helena, aburrida de todo eso cambió, le pidió que buscara trabajo y que si no lo hacía no volviera a la casa.
Martín salió de la casa a media mañana para volver al medio día pensando que era imposible encontrar trabajo, o exigían más de lo que él estaba dispuesto a hacer o la paga era muy poca.
A la tarde cuando Helena volvió del trabajo apenas entrar y verlo al lado del televisor, tomó su cartera y volvió a salir.
Helena ese día no preparó la comida y fue directamente a una pizzería y luego de comer unas ricas pizzas y un refresco, volvió a su casa y se acostó.
Martín muy extrañado le preguntó por la cena a lo que ella le respondió que había de todo en la heladera, pero que ella ya había cenado y que si tenía hambre se preparara la comida él mismo.
Martín muy asombrado se hizo un sándwich y a eso de la media noche se acostó.
Al día siguiente Helena se preparó el desayuno para ella sola y se fue al trabajo.
Martín no entendía nada y decidió reunirse con unos amigos, todos casados también a los que les contó lo que le estaba sucediendo.
Pedro, uno de sus amigos le dijo que al fin le estaba sucediendo, Helena al igual que las demás mujeres se había dado cuenta y que si quería salvar su matrimonio él debía cambiar.
Martín le decía que él hacía todo lo que creía que un hombre debía hacer en su casa, pero …
Entonces Pedro le preguntó qué era lo que hacía y Martín entonces se dio cuenta de que, en realidad, no hacía nada.
Un matrimonio era cosa de dos, todo el trabajo debía ser compartido, eso él lo sabía, pero su madre lo había criado de esa manera y le era difícil hacer lo que su padre jamás hizo, aunque se daba cuenta de que, a su padre, su madre lo había echado de la casa y aunque él nunca entendió el motivo, ahora lo había descubierto.
Martín como tantos hombres, no digo que todos, piensa que el ser machista los hace más hombres, pero había aprendido que el verdadero hombre es el que trabaja a la par de su mujer y comparte alegrías y tristezas con ella y como a pesar de todo era un hombre aún enamorado, volvió a su casa y comenzó el cambio.
A la noche cuando Helena volvió a su casa, el asombro fue mayúsculo, Martín había preparado la cena, porque no era que no supiera, le había ganado la vagancia, eso era todo y se prometió a sí mismo que al día siguiente encontraría trabajo.
Helena volvió a sonreír y cuando al año Martincito ya contaba con tres meses, Martín tenía empleo y la vida había vuelto a ser normal, las amigas le preguntaban cómo lo había conseguido, ella les contestaba que con amor hasta las pequeñas cosas se arreglan.
Por supuesto que siempre habrá pequeñas cosas, pero… así es la vida.
Omenia
5/5/2025
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