A veces la vida en la tierra se pone como un campo minado y se nos da por levantar el vuelo y soñar.
Y con la sustancia de los sueños derramamos incesante tinta que se desparrama folio abajo , al modo de los calamares a la defensiva de reales o imaginarios enemigos.
Años soñando con el día en que la realidad deje de darnos razones para la decepción y la desconfianza, a la espera de un mañana de página en blanco, el amanecer del judío converso que desde lejos sueña con Sefarad, la patria perdida tras la expulsión.
Todo eso sugiere esa soñada página en blanco, que se muestra como un libro abierto cuya historia está por vivir y cuyos avatares no solo dependen de uno sino de la interacción con los otros, a menudo fallida. Y es que hay historias que nacen muertas y no hay modo de enderezarlas .
O sí. Según la realidad determine. No el juego . Pues la vida va en serio. Y no se admiten trampas ni máscaras.
Las máscaras exilian. Me exilian. Invitan a soñar. No a vivir. Y la realidad no tiene que ver nada con el sueño, puro teatro, una farsa de contenido que evoca dos vidas rotas al estilo de Narciso y Eco. Dos muertos vivientes tras la guerra : Narciso en éxtasis frente a su reflejo en las aguas, que sueña mudo , antivital , en silencio . Eco, muda ante el silencio. Punto final. Por la paz y la vida. Por la realidad , que es la que al fin de cuentas tiene la última palabra. Por Sefarad y la vuelta a casa. Fin a esos sueños sin realidad, esa estafa. Vivir no para contarla. Vivir no para soñarla sin vivir la vida real . Apuesto por vivir para vivirla con quien me dé paz y no lágrimas y problemas. Página en blanco.