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Entre el bien y el mal.

En un caluroso día de verano mientras el sol bañaba los trigales, paseaba una hermosa niña jugando con su perro y dirigiéndose a su casa antes de que la luna se uniera a las estrellas.
Francisca era feliz con sus quince años, fresca como la brisa mañanera sin conocer el mal ni el temor, alumbraba como el mismo sol, su casa y su familia.
Hija de una familia creyente, fue educada bajo los principios de amor hacia sus padres, familias y amigos, plantas y animales por igual.
Un domingo como todos al salir de la iglesia vio a alguien por primera vez y su corazón latió tan fuerte que bajó la mirada por temor a tener malos pensamientos, pero ya lo había visto y con eso bastaba, el joven también la miraba y su sonrisa le hizo enrojecer de pronto, haciéndola ver más bonita aún de lo que era.
Su madre, siempre atenta vio la escena y se apresuró a llevársela de ahí lo antes posible.
---¿Qué pasa mamá, por qué tanto apuro si es tan temprano?
---Nunca es demasiado temprano.
Le contestó Etelvina, su madre que, mirando a Carlos, el padre, hizo lo que todo buen padre hace, proteger a su hija. Dándose cuenta de todo.
Al llegar a la casa Francisca no entendía nada de lo que estaba pasando, pero Etelvina conocía muy bien aquella mirada por haberla vivido muchos años atrás y no iba a permitir que a Francisca le sucediera nada.
Carlos también estaba de acuerdo con Etelvina, recordando un pasado que a pesar de haber terminado bien, pudo haber sido terrible.
---Mira Francisca, hemos visto cómo te miraba aquel muchacho, no creas que no vamos a permitirte que conozcas y salgas con chicos de tu edad, nosotros también somos jóvenes, pero he reconocido aquella sonrisa y aquella mirada y sé que sabes a qué me refiero.
--- Mamá, no sé de qué me hablas, yo no he hecho nada…
---Lo sé hija, es que me antepongo a los hechos…
---No entiendo nada de lo que me dices, apenas lo vi…
---Sí, ya lo sé, así empieza…
---Mamá, cada vez te entiendo menos.
---Sé que no puedes entenderme, aún no conoces el mal, tu corazón es puro, pero tanto tu padre como yo lo hemos experimentado y te diré que, si continúas viéndolo, será tu fin.
---¡Mamá!, apenas me miró y me sonrió, eso fue todo.
Entonces Carlos que escuchaba la conversación entre madre e hija intervino en ella.
---Mi querida Francisca, tanto tu madre como yo queremos contarte algo que tú no sabes debido a que nunca te lo dijimos esperando a que fueras mayor para contártelo y creo que el momento llegó, aunque no seas mayor.
---Papá, me estás asustando…
---Mi querida hija, lo que menos quiero es eso, que te asustes, pero la vida no es todo lo que vemos, hay cosas ocultas que luchan por salir a la luz y que se alimentan de la pureza y la juventud para transformar el bien en mal. Hace muchos años, cuando conocí a tu madre, fue amor a primera vista, los dos éramos muy jóvenes y gracias a que nuestros padres eran amigos, llevamos adelante nuestro noviazgo sin problemas hasta que cierto día, igual al de hoy, al salir de la iglesia, noté que tu madre observaba a un joven que la miraba sin bajar la vista y sin parpadear. Era un muchacho muy parecido al que viste hoy casi te diría que era el mismo a pesar de los años que han pasado. Cuando se lo dije a Etelvina, peleamos, ella me dijo que no pasaba nada y que sólo le había sonreído, pero yo pude ver más allá de aquella simple sonrisa y me di cuenta de que estaba ciega y por más que quisiera no podía ver lo que yo veía. De inmediato hablé con mis padres, nosotros como tu bien sabes y al igual que tus abuelos maternos, formamos una familia muy unida y cuando algo malo sucede, nos unimos para ver si conseguimos solucionarlo. Mi madre habló con los padres de Etelvina y decidimos volver el otro domingo a la iglesia y comprobar lo que pensábamos y así lo hicimos, a la salida allí estaba aquel guapo muchacho con aquella sonrisa burlona, pero que a tu madre tanto atraía y decidí hablar con el párroco de la iglesia y preguntarle quién era aquel muchacho, luego de contarle lo que nos estaba sucediendo.
El cura no sonrió como solía hacerlo y me dijo que lo dejara todo en sus manos y que no me preocupara, él sabía cómo hacer que el joven se fuera y no volviera jamás.
El domingo siguiente otra vez lo mismo y entonces el padre Juan al final de la misa salió de la iglesia y sin que el joven pudiera verlo, estaba a su lado con un crucifijo en su mano el cual colocó ante la frente del joven que, al no esperar este acto tan repentino, huyó del lugar con un alarido tan fuerte que hizo temblar a los feligreses que aún estaban en el lugar.
No puedes imaginar lo que allí sucedió en ese mismo instante, tu madre se acercó a mi diciéndome que no sabía qué le había pasado, que estaba hechizada y que no podía dejar de mirarlo, pero que ahora se sentía distinta, otra vez era la de antes. Luego me contó que el joven la miraba, pero que solo una vez pudo ver sus ojos y fue ese mismo día luego que el padre Juan lo ahuyentara y lo que vio la asustó, sus ojos eran rojos, parecían de fuego y eso la asustó mucho. De ahí en más, hasta el día de hoy no habíamos vuelto a verlo, pero eso no quiere decir que no esté y la prueba está a la vista, tú eres la que debes elegir, el bien o el mal, nosotros hemos abierto tus ojos y sabemos que, harás lo correcto. Además, no creo que lo vuelvas a ver, nuestro párroco ya está notificado y sé que tanto él como lo fue el padre Juan, están siempre preparados para detectar el mal.
El domingo siguiente Francisca buscó al joven al salir ya que jamás lo vio dentro de la iglesia, pero ya no estaba, el bien había triunfado, pero, aunque ganó aquella batalla, la guerra seguiría.
Ese domingo Francisca volvió a ser la dulce muchachita de antes y olvidándose de todo, corría nuevamente con su perro esperando conocer al príncipe de sus sueños.

Omenia 26/3/2025.

El bien y el mal están presentes en todo momento en nuestras vidas y no solamente entre los creyentes, familias de todas las religiones y creencias lo viven día a día y quizá esté en nosotros, los mayores los que debamos incentivar el bien entre nuestros jóvenes, ellos son el futuro de la humanidad y quizá gracias a ellos algún día la batalla final la ganen y la guerra haya terminado.



Texto agregado el 26-03-2025, y leído por 101 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
28-03-2025 Un fuerte abrazo y besitos querida. Victoria 6236013
28-03-2025 Que buen texto Ome y aunque muchas veces queremos pensar solo en el bien,no debemos cerrarnos como muchas veces se hace y tener cuidado ,a veces es muy necesario que los padres vean cuando el mal está presente. 6236013
28-03-2025 Especialmente los que somos padres sabemos que un mal paso o una mala decisión, puede torcer inexorablemente el destino de una joven vida. Y el marco de referencia de la cristiandad, es algo que nuestra cultura conoce bien. Saludos. Buhonero
27-03-2025 La eterna guerra entre el bien y el mal. Un relato edificante para reflexionar. maparo55
27-03-2025 Al ver el título de tu publicación recordé un libro que leí hace años, con un título parecido, era de Nietzsche. Tu relato, más allá de las creencias individuales, me resulta muy atingente al momento en el cual estamos viviendo, la lucha entre el bien y el mal parece ser eterna, lo expresas de manera tangible y clara en tu texto. Buenísimo lo tuyo, como siempre. Gracias. gsap
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