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Que aburrido era esperar el vuelo en el aeropuerto de no ser porque Eduardo criticaba a todos. Gente que iba con hablando por celular gritoneando. Una gorda que se creía sexy, un mal vestido que se sentía a la moda.
Al borde del empacho, cansado de criticar, Eduardo miró a una flaca con lentes redondos grandes. De inmediato su mente viajó hasta Mónica. Ellos eran vecinos en un pueblo pequeño, la escuela apenas tenía un grupo por grado y sus padres eran amigos desde la infancia. Mónica no era una niña bonita, pero su delgadez, sus lentes y sus cabellos despeinados cautivaban a Eduardo. Le gustaba almorzar en la jardinera del viejo sauce donde daba la sombra y platicaba de las hormigas y su extraño comportamiento, tomaba de la mano a Eduardo que se avergonzaba y sonreía tímidamente. Pero verlo tan interesado por las hormigas y su timidez, la hacía feliz. Mónica radiaba alegría y sentimientos genuinos y su lado, Eduardo, se sentía seguro.
La chica de los lentes se había sentado frente Eduardo. La miró, llevaba puestos jeans azul marino, tenis blancos y un hoodie rojo. Miró el monitor de la sala y suspiró resignada. El mal clima había demorado los vuelos así que estarían frente a frente por un rato.
Entre el aburrimiento y sus recuerdos, los ojos de Eduardo se cerraban. El movimiento de su cabeza cayendo lo alertó. Lo primero que vio fue a la flaca riéndose. Se acomodó en a la silla tratando de disimular y devolvió la sonrisa. ¿Me estará coqueteando?, se preguntó Eduardo. ¡Neh! Ni al caso, se dijo. Pero el sueño era más poderoso que su voluntad y su vergüenza. De nuevo el movimiento de su cabeza cayendo lo despertó. Para entonces, la flaca estaba sentada junto a él.
—Hola, si quieres te presto mi hombro para que duermas un poco — le dijo
—No, gracias. Ya me estoy recuperando, me llamo Eduardo y ¿tu? —
Se despabiló acomodándose en la silla.
—Mucho gusto, Eduardo. Claudia, me llamo Claudia. —
—Dime, Claudia, ¿acostumbras a ofrecerle el hombro a los desconocidos con dificultades para mantenerse despierto en una tarde aburrida o es la forma en que matas el tiempo mientras esperas tu vuelo? —
—Ni lo uno ni lo otro, te he venido observando y pienso que tenemos el mismo gusto culposo de criticar a la gente. Miré como me observaste y tu gesto me pareció familiar. Es gracioso, pero me provocó mucha ternura ver luchabas por mantenerte despierto. Ni lo pensé y vine hasta aquí.
El tono de voz de Claudia y su mirada recordaron a Eduardo los almuerzos a la sombra del sauce. Claudia continuaba hablando, pero la atención de Eduardo estaba puesta en la misma emoción que sentía cuando era niño mirando atentamente las hormigas. Miraba a Claudia y asentía, nada más, inmerso en el recuerdo feliz de la infancia. De pronto, a lo lejos, de pura suerte, escucha decir a Claudia:
—¿Has notado que las personas son como las hormigas? —
Eduardo regresa al presente y pone toda su atención a Claudia.
—Disculpa, ¿Qué dijiste? —
—Creo que he estado hablando sola por los últimos tres minutos, veo que prefieres estar solo mientras esperas tu vuelo, disculpa, te dejo de molestar.
Claudia tomo su mochila y se levantó. Eduardo la tomó de la mano cortésmente.
—Discúlpame tú a mí, Claudia. Fui muy grosero al perderme en mi pensamiento y una emoción que mucho tiempo, no sentía. Por favor, siéntate y dime, ¿qué fue lo último que dijiste? —
Claudia dejó la mochila en el suelo y accedió a sentarse. Miró el tablero de avisos de los vuelos y lanzó un nuevo suspiro de resignación. Sin soltarse de las manos, miró compasivamente a Eduardo.
—Te pregunté, si has notado que las personas son como las hormigas. —
— Mira ha dejado de llover y los vuelos siguen demorados, vamos a un parque, y me lo cuentas. —
De la misma forma que sintió el impulso de sentarse junto a Eduardo, Claudia aceptó la invitación y Fueron al parque más cercano que encontraron. Caminando por tomados de la mano, platicaron de su gusto culposo de criticar a los demás. Era como si se conocieran de otra vida. Claudia no sentía miedo y Eduardo no sentía vergüenza sino seguridad y aceptación.
El clima veraniego de Houston es caprichoso. Después de los chubascos, el sol abarrotaba la tarde y sus rayos colaban entre las copas de los árboles. Claudia y Eduardo fluían. Se miraban, sonreían y sentían querer saber más el uno del otro. Al fin, Eduardo vio un sauce que daba sombra rodeado de una hermosa jardinera hecha de piedra para poder sentarse —Es perfecto — dijo tomando de la mano a Claudia. La jardinera estaba mojada. Eduardo sacó su impermeable y lo colocó para evitar mojarse. Se sentaron uno viendo al otro. Claudia sentía curiosidad, emoción y una atracción inexplicable. Para ella, Eduardo irradiaba nostalgia, alegría, soledad, diversión, tantas cosas que le mantenían tan atenta que olvidaba que su trabajo en el aeropuerto drenaba toda su felicidad. Eduardo guardó silencio y cerró los ojos, llenó sus pulmones, sintió compasión y amor por él mismo. Con las yemas de sus dedos acariciaba, discreta y tímidamente, sus manos sintiendo una necesidad incontrolable por abrazarlo y recargar su cabeza su pecho.
Eduardo abrió los ojos, mirando a Claudia con una sonrisa.
—Cuéntame de las hormigas — dijo.
—Antes de eso, vamos a comer algo. —
Claudia abrió su mochila y sacó una baguette, lo partió en dos mitades y las colocó en medio sobre una servilleta de papel. También sacó una botella de agua. Eduardo la miró y, conmovido, le agradeció con un gesto. El nudo en la garganta le impedía decir palabra. Tomó una mitad y no pudo más que limpiarse las lágrimas. Su emoción estaba al límite al recodar los momentos más felices de su vida: Estar a la sombra de un árbol una tarde de verano sin otro interés que compartir con el otro.
Claudia guardó silencio. Ver a Eduardo a quién conocía tan poco, mostrándose sin artilugios hacía que la atracción por él creciera.
—Bueno. ¿Qué tienen las hormigas en común con la gente? — preguntó Eduardo.
—Ni idea, te pregunte porque fue lo primero que se me ocurrió al ver que no prestabas atención. Me di cuenta de que era importante cuando reaccionaste y tomaste mi mano y, sin pensarlo, acepté venir contigo. Debo confesarte algo. —
—Dime. —
—No te diste cuenta, yo te atendí en la tienda El Avión. Compraste el baguette y el agua, pero te quedaste viendo al gritón del teléfono que estaba comprando. Entonces pagaste y te saliste. Como ya era mi hora de salida, tomé tus cosas y salí para entregártelas. Fue cuando te vi sentado mirando a todos y de pronto tus ojos se plantaron en mí. Lo demás ya lo sabes. —
—De todas las cosas que pueden ocurrir en un aeropuerto justo ha sucedido esto, el pronóstico del tiempo decía que no llovería. No debía hacer este viaje, pero mi compañero de trabajo enfermó. Terminé antes y cambié mi vuelo, tampoco tenía la intención de comer. Estaba tan aburrido que compré por impulso. Sin mi distracción, no hubiese terminado en esta tarde maravillosa. He ido y venido a mi infancia y al amor en tu compañía. Tampoco recuerdo que tienen en común las hormigas y los seres humanos. Lo que sé es que muero por arrancarte un beso con el sauce de testigo y averiguar qué otras cosas no planeadas salen bien. —
—Por mí no te detengas. —
Eduardo besó a Claudia y como pasó ese día, sin planearlo, el extraño comportamiento de las hormigas detuvo a Claudia de seguir drenando su felicidad y a Eduardo le dio un boleto de regreso al amor.

Texto agregado el 26-03-2025, y leído por 83 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
26-03-2025 Que agradable cuento, tiene de todo, hasta amor! Saludos. ome
26-03-2025 Leo este relato y me pregunto, Esto podría pasar???, Sí, podría La magia existe, está por todas partes, oculta y muy de vez en cuando, aparece o alguna pareja de afortunados la encuentra Y la disfrutan hasta que se les pierde Diría que este relato da para un desarrollo mas largo, aunque Sabemos que los relatos muy largos acá, una página de aficionados a las letras, se los saltan porque buscan mas, ser leídos que leer Buscar mas ser reconocidos que reconocer, en fin Muy muy bien Ishamael
26-03-2025 "Una gorda que se creía sexy". ¿Tu personaje vive en República Dominicana? eRRe
26-03-2025 Lo tienes, amasa y amasa y sigue sacando panes del horno...Saludos Buhonero
26-03-2025 Me gustó tu forma de narración, lo haces atractivo al lector. Felicitaciones. vaya_vaya_las_palabras
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