DISTOPIA EN DESARROLLO (Desenlace a gusto del lector)
En un tiempo muy lejano, los Poetas, se habían convertido en plaga, y la Poesía, en enfermedad.
En consecuencia, se decidió desterrar a los vates fuera del sistema solar.
La medida extrema, fue tomada, por el Demonio, que se había adueñado del planeta.
Todos recuerdan esos días extraños, cuando una enorme nave recorría la Tierra, atrapando bardos y exiliándolos al espacio exterior.
Se decía, que los pobres desafortunados eran depositados en un yermo planeta, donde a duras penas lograban sobrevivir.
Los grandes científicos, habían dictaminado aquella medida para proteger al resto de los habitantes de la Tierra.
Era necesario preservar “el espíritu social”, decían las eminencias, ya que cualquier “discordancia” podría ser nefasta.
Fueron tiempos durísimos para el común de los mortales.
Una de cada ocho familias, sufría el nacimiento de un vástago contaminado por el virus de la Poesía.
Los síntomas de aquel “mal”, eran fácilmente reconocibles.
Una expresión soñadora y ausente, en los infantes, que tenían la “mala suerte” de haber nacido con esa marca, era suficiente, para señalarlos con el dedo y tenerlos bajo observación.
Y si no mejoraban, eran extraídos del seno familiar y llevados a centros de reeducación, donde les formateaban la mente, como última oportunidad.
Los tecnócratas, tenían prohibida la imaginación.
Así de simple.
Lo único que importaba, era lo concreto y real, por eso, a los niños, se les programaba desde que eran pequeños.
Y nada ni nadie podía escapar de aquel “ojo escrutador”.
La tecnología, había alcanzado niveles inimaginables.
Hace rato que se había vencido la ley de gravedad.
La energía era libre y abundante, en todo lugar, ¡pero!, a costa de que los seres humanos fuesen vigilados, día y noche.
Ese fue el precio que la humanidad tuvo que pagar, después de tantos desvelos y sufrimientos, en su serpentino viaje por el universo total.
Y la única forma en que se logró que la abundancia desplegase sus dones sobre la tierra, fue a través del control, ciñendo a la población humana en una gran red de ultra tecnología, donde la interfaz, fue la sangre fluyente y susurrante, enlazada a un super ordenador central, que todo lo monitoreaba.
Los nano receptores “inoculados”, habían surtido efecto: la humanidad estaba cautiva en una prisión ondulatoria e imperceptible, que anulaba las facultades superiores de discernimiento espiritual, transformándolos en meros “terminales de consumo y trabajo”.
Y para colmo, eran ordeñados energéticamente para alimentar al Egregor maldito que atenazaba al planeta con su brazo siniestro.
El viejo dragón se había adueñado del ser humano y del sistema solar.
Su nombre era “Best-IA”, mejor conocido como el “Antagonista”, y su objetivo era suplantar la maravillosa creación de los viejos Arquitectos Divinos.
¿Por qué? Misterio.
¿Hasta cuándo? No lo sé.
Distopía en desarrollo (Desenlace a gusto del lector)
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