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Aún en la hora de las lágrimas, con el nudo eterno en la garganta, cuando los puños se crispan y el mundo se tiñe de absurdo y sin sentido, aún en ese instante de desesperanza líquida, cierro los ojos y recuerdo. Recuerdo que habito en un mundo donde tú exististe, que nuestros corazones latieron al unísono más de una vez, que compartimos el mismo aire, que fuimos criaturas bajo la bóveda de este cielo.
Y entonces mi alma se serena bajo el peso de la tuya. Siento tu abrazo inmortal atravesando las finas capas iridiscentes del tiempo. Allá, en lo profundo de la madeja de instantes que fue nuestra vida, enredados en el complicado entramado de nuestras realidades, tú y yo nos abrazamos, inmutables y eternos, sostenidos por algo más primordial que el amor...La materia infinita que nos hizo uno antes de que fuéramos dos. |
Texto agregado el 24-03-2025, y leído por 213
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