Donde Nacen los Sueños
Era un hombre bueno, aunque sus decisiones lo habían arrastrado al naufragio. Dejó pasar los años sin darse cuenta, y cuando abrió los ojos, las deudas eran más grandes que sus fuerzas. Había amado, había tenido una familia. Pero un día supo que lo único que podía ofrecerles era su ausencia. Y se marchó.
Dejó atrás la ciudad, la casa, los nombres que lo llamaban padre y esposo. Se embarcó como ayudante de carga en un viejo navío que cruzaba mares olvidados. No sabía adónde iba. No importaba. Su corazón solo buscaba un horizonte donde volver a empezar, aunque no tuviera nada que ofrecer más que sus propias manos.
Una mañana, divisó una isla que nadie en el barco quiso mirar. Él sí. Y cuando nadie lo notaba, descendió a un bote y remó hacia aquella tierra.
Lo recibieron gentes de otra raza, otros rostros, otras costumbres. Pero él no sintió miedo. Tal vez porque su alma estaba vacía y lista para llenarse de algo nuevo. Se quedó. Aprendió a pescar, a arar la tierra, a construir cabañas. Se unió a una mujer joven que lo miraba como quien escucha al mar sin esperar nada, solo el sonido.
Tuvieron hijos. Rieron. El hombre que había fracasado en el ruido del mundo se hizo sabio en el silencio de la isla. Compartió lo que ganaba en la pesca, enseñó lo poco que sabía, y la aldea prosperó. Los niños crecieron. Las noches eran tranquilas. Y un día, sentado en la orilla, comprendió: su sueño se había cumplido.
Entonces, despertó.
Estaba solo. Bajo las estrellas. Pero no había tristeza. Las estrellas le sonreían, como si lo conocieran desde siempre.
—¿Vienes? —le preguntaron.
Y fue.
—¿Quieres ver a la familia que dejaste? —susurraron las estrellas.
—Sí —respondió él.
Y los vio. Eran felices. Habían seguido adelante. Sus hijos eran padres. En sus sueños aún lo recordaban con amor, sin rencor.
El hombre sonrió. Y dijo:
—Llévenme ahora a mi verdadero hogar… allí donde nacen los sueños, donde brilla la claridad de un alborear, y las estrellas se asoman para ver a un hombre… respirar.
Y entonces, fue llevado. No como quien parte, sino como quien regresa al lugar donde siempre perteneció. |