Alberto ama a Inés, a él no le cabe duda de ello. Por eso se van a casar. Ambos ya están a las puertas de la iglesia. Ella luciendo su hermoso vestido blanco y él, muy elegante, enfundado en un traje negro. Sin embargo, Alberto, aún tiene ciertas dudas de si casarse o no. No es falta de amor. La noche anterior, emocionado, al llegar a visitar a Inés en su casa, la abrazó repentinamente con fuerza y le pisó un pie sin querer.
-¡Fíjate, idiota, me pisaste, eres un animal!
Sorprendido, dolido por el comentario de ella, no atinó a decir nada, pero sintió que algo muy dentro acababa de romperse.
El sacerdote ha dado inicio a la ceremonia de la boda, Alberto se halla en una espiral que lo marea y no pone atención a nada. Reacciona un tanto cuando el padre pregunta:
-Alberto, ¿aceptas a Inés como esposa y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de tu vida?
Alberto tarda en responder, pero finalmente lo hace:
-No, no acepto, ella no puede casarse con un idiota y un animal.
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