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Todo empezó mal. Y la culpa fue mía. Me habían advertido que los hermanos Cabrales iban a estar en el café de la esquina. Pero yo asistí igual. Ahora comprendo que esa tarde tendría que haberme quedado en casa mirando televisión o arreglando el jardín, porque el pasto estaba muy crecido. Siempre que compartía un café con los hermanos Cabrales, la cosa terminaba mal. No digo a las trompadas pero sí en discusiones y amenazas, en fin, ese tipo de cosas que tanto amarga a los demás amigos.

Cuando me senté a la mesa y los vi ahí en frente mío, con esas caras de acritud, comprendí que tendría que hacer grandes esfuerzos para no contradecirlos en nada. Los hermanos Cabrales eran de hablar muchas estupideces, de esas que a uno lo ponen nervioso. Nadie sabía muy bien si lo hacían a propósito o sin intenciones de ofender, pero la verdad era que ofendían, y cuánto... Esa tarde cambié de silla y procuré sentarme lejos de ellos, en la otra punta de la mesa. Desde ahí, apenas oía sus voces de pito. Pero en determinado momento Anibal Cabrales, el más grande de los dos hermanos, empezó a levantar la voz. Y ya era imposible no escucharlo.

Según pude entender, la cosa venía por el lado del fútbol. Enseguida me subieron los colores a la cara, porque si había alguien en esa mesa que sabía de fútbol, ese era yo. No era que me creyera más sabio que el resto de los amigos. El asunto era el modo y las intenciones de los hermanos Cabrales. Nuestra enemistad venía desde la adolescencia. Entre nosotros había viejos rencores que involucraban mujeres y también polémicos partidos de fútbol. Para echarle más leña al fuego, Marcelo, el menor de los Cabrales, soltó que Cristiano Ronaldo era diez veces mejor jugador que Lionel Messi. Inmediatamente me sentí tan aludido, que la cara se me puso colorada como un tomate. Mi amigo Adrían enseguida me hizo gestos para que mantuviera la calma, pero fue en vano. Cuando miré de reojo hacia mi derecha y descubrí que los hermanos Cabrales me sostenían ostensiblemente la mirada, sentí que no podía aguantar más tanta presión en el bocho. Y claro, caí en la trampa. Por eso levanté la voz y les grité que se callaran, que no hablaran más de fútbol, porque ya estaba cansado de escuchar tantas pavadas.

Por supuesto, los hermanos Cabrales no me hicieron caso. Me dijeron que yo andaba nervioso vaya a saber por qué motivo, sino no se entendía la razón de mis estallidos de furia. Después añaderon que yo era lo más parecido a un lobo solitario, porque hacía mucho tiempo que andaba sin novia y ese tipo de cosas. Eso me dolió. Me dolió porque era verdad. Porque la última novia en mi vida había sido Leonora, y de eso ya hacía dos años. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Acaso los hermanos Cabrales sabían más sobre mí que yo mismo? Sentí ganas de insultarlos, pero en lugar de eso, decidí mentirles descaradamente. Les dije que sí tenía novia, una novia muy hermosa, rubia, inteligente, una chica a la que ellos jamás podrían aspirar.

Claro, los hermanos Cabrales se me rieron en la cara. Me dijeron que todo era una gran mentira, que yo era incapaz de conquistar a una mujer así. Rojo de ira, yo también me les reí en la cara con la mayor convicción de la que fui capaz simular. Y, para empeorar las cosas, todos mis amigos del café me estaban escuchando.

Mi amigo Adrián, que me conocía bien, se quedó mirándome casi sin poder creer en mis palabras. ¿Yo de novio con una rubia? Ese era el colmo de los colmos. No podía haber una mentira más grande. Él sabía perfectamente que mi última novia había sido Leonora. Solamente cuando salí del bar hecho una furia, comprendí que yo mismo me había convertido en esclavo de mis palabras. Y que si quería regresar a charlar con mis amigos del café, tenía que hacerlo acompañado de una novia rubia, hermosa, inteligente, una chica con la que los hermanos Cabrales no podrían ni siquiera soñar.

Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para cerrarles la boca a esos brabucones. Entonces, casi enseguida y a las atropelladas, pensé en Karina y en Laura. La primera era una antigua amiga de la secundaria con la cual había tenido un romance fugaz. Ella era rubia, pero cuando la llamé por teléfono me dijo que estaba en pareja. Entonces solamente me quedaba Laura, una rubia compañera de trabajo, con la cual habíamos cruzado algunas miradas insinuantes. Pero al día siguiente, cuando intenté flirtear con ella, comprendí que se hacía la difícil y que, quizás, me llevaría mucho tiempo conquistarla.

Como siempre, no tuve más remedio que pedirle ayuda a mi amigo Adrián. Pero me dijo que no conocía a ninguna rubia que estuviera disponible, aunque enseguida se le ocurrió otra idea, una idea que al principio me pareció descabellada. Consistía en armar una página de facebook falsa para conocer a alguna chica. Después lo pensé mejor y llegué a la conclusión de que era la única manera de conquistar a alguien así. Si no hacía eso, el tiempo pasaría volando y lo único que conseguiría sería darles la razón a los hermanos Cabrales.

Adrián me ayudó a armar la página de facebook. Suerte que él tenía bastante experiencia con eso. Me dijo que, para empezar, la foto de perfil tendría que ser el mejor de los anzuelos. La pasamos por varios filtros hasta que mi imagen verdadera quedó prácticamente irreconocible. Era perfecta porque disimulaba los rasgos de mi cara que a mí menos me gustaban. Después subimos muchas fotografías al muro. Mi amigo Adrián me aseguró que lo más conveniente era que mi página transmitiera una sensación de bohemia, dinero e independencia, tres cosas que, según él, las chicas adoraban. Claro, el resultado final me dejó satisfecho. Por eso estaba tan agradecido con mi amigo Adrián.

Esa misma noche comencé a buscar en facebook alguna chica rubia. Entonces descubrí que había de a montones y eso me alentó. Pero comprendí que la ley de la oferta y la demanda se cumplía también en facebook. Es decir que las rubias eran las más solicitadas. Después de dos noches de escribirle a toda rubia que se cruzara por mi camino, solamente conseguí que me respondiera una . Su nombre era Melania.

Con ella chateábamos todas las noches. Enseguida me di cuenta de que era la chica perfecta, porque era sensible, culta, y tenía muchas otras cualidades que serían la envidia de los hermanos Cabrales. A la cuarta o quinta noche (y aconsejado por mi amigo Adrián) le propuse a Melania que nos encontráramos en el Centro. Pero antes de hacer eso, ella me pidió concretar una video llamada. Imaginé que su intención era asegurarse de que mi foto de perfil fuera verdadera. Me pareció justo lo que me pedía Melania.

Después de hacer la video llamada, Melania accedió a encontrarse conmigo en una casa de comida rápida ubicada en el Centro. La verdad es que no entendí por qué accedió a conocerme, ya que era evidente que mi foto de perfil era falsa. Pero algo en mí le gustó a Melania. Así que nos conocimos un viernes por la noche.

Lo primero que me llamó la atención de Melania, fue que era igual a las fotos de su muro de facebook. Incluso tenía la piel bronceada. También descubrí que no era ninguna tonta. Al igual que todos en su primera cita, ella también me examinó rápidamente de piés a cabeza. Y aunque traté de vestirme lo más elegantemente posible, no pude evitar que Melania sospechara que yo era un chico de barrio, alguien común y corriente, alguien muy diferente a mis publicaciones de facebook. Ahí fue cuando entró en juego mi plan, el cual consistía en mentirle deliveradamente.

Yo era un experto mentiroso, pero esta vez mi principal enemigo eran los nervios, porque podían delatarme con facilidad en cualquier momento. Con mi amigo Adrián habíamos llegado a la conclusión de que mentirle descaradamente a Melania era la mejor forma de impactarla. Por eso, mientras comíamos hamburguesas, me sorprendió su reacción cuando le fui contando que yo tenía auto, un departamento en el Centro, una casa en Mar del Plata y un puesto de trabajo interesante y bien remunerado. Hasta el apellido me cambié para impresionarla, porque con Adrián habíamos considerado que "Gómez" (así, a secas) era un apellido muy chato como para despertar el interés de una chica como Melania.

Muchas cosas más le conté a Melania, todas mentiras. Incluso le dije que era un buen hijo. Cuando estábamos por la mitad de la hamburguesa, descubrí que ya no tenía más que decirle a Melania. Ahora era su turno de hablar. Pero yo casi no la escuchaba. La única pregunta que yo me hacía era si Melania se había creído todas mis mentiras. Sin embargo pude prestarle atención a algunas de sus palabras. Me dijo que estaba estudiando administración de empresas y que también trabajaba ocasionalmente de modelo. También me dijo que le gustaba mucho mirar películas y leer poesía. Su autora favorita era Elvira Sastre.

Lo que me llamó la atención de Melania fue que hablaba sin mirarme prácticamente a los ojos. Su mirada se perdía en algún punto por encima de mi cabeza, o algo por el estilo. Pero me pareció una chica muy inofensiva, muy sincera. Por eso me dio curiosidad seguir escuchándola. Me contó que tenía papá y mamá, pero que su papá era muy controlador y posesivo. Eso era una lucha constante en su vida. También tenía un hermanito menor. Eso yo lo sabía por las fotos que Melania había subido a facebook.

Después de que nos terminamos nuestras respectivas hamburguesas, llegó la hora de hablar sobre la vida sentimental de cada uno. Yo le dije llanamante que estaba soltero, pero con ganas de conocer a una chica sincera con quien tener una relación seria. Esa mentira era lo mínimo que podía prometerle a Melania. Porque una chica tan dulce como ella no se merecía un crápula como yo. Ella, en cambio, me dijo que estaba saliendo de una relación que había durado cinco años, una relación que había sido complicada porque él le había mentido y engañado muchas veces. Incluso una vez se atrevió a levantarle la mano. Cuando dijo ésto, una lágrima le rodó por la mejilla. Me dio pena. Comprendí que Melania había sufrido mucho, tanto que fue ella la que terminó la relación, aunque su ex novio pretendía lo contrario. Entonces tuvo que meterse su papá para tomar cartas en el asunto, y ahí la cosa terminó violentamente, con ojos morados y todo eso.

Cuando nos dimos cuenta, habíamos pasado más de dos horas charlando. Un pequeño malestar en el estómago me reprochaba tantas mentiras de mi parte, mentiras que pretendían conquistar rápidamente a Melania. Yo sabía que alguien tan dulce como ella no se merecía que le hicieran eso. Pero por alguna razón seguí adelante. No me importaron los sentimientos de Melania. En realidad, cuando la acompañé hasta la parada del colectivo, todavía me preguntaba si Melania se había creído todo lo que yo le había dicho. Entonces, en el último momento, me dio su número de Whatsapp, como una última y gran señal de confianza.

Y eso era bastante para mí.

Más que su número de Whatsapp, yo necesitaba seguir impresionando a Melania. Tenía que hacerlo si quería ponerme de novio con ella lo antes posible. Si no ocurría así, los hermanos Cabrales me seguirían llamando mentiroso, y con justa razón. Pensé en cómo salir de esa encrucijada. Entones recordé que le había mentido a Melania diciéndole que yo tenía auto. Una salida posible era pedirle prestado el auto a mi amigo Adrián, para sacar a pasear a Melania. Adrián ya me había prestado su auto y se lo devolví sin un rasguño. Por eso le dije que quería hablar con él personalmente. Me respondió que estaba en el café de la esquina. Y sí, Adrián se la pasaba en el café de la esquina. Él llevaba esa vida, la que a mí tanto me hubiera gustado llevar. Adrián era bohemio, tenía tiempo y dinero. En cambio yo era esclavo de mi trabajo y aún así no ganaba el dinero suficiente. Yo jamás tendría un auto para sacar a pasear a Melania.

Esa tarde fui al café de la esquina para pedirle prestado el auto a mi amigo Adrián. Pero también había un montón de amigos míos en el café. Los mismos que me habían escuchado mentirle a los hermanos Cabrales que yo tenía una novia rubia, hermosa e inteligente. Cuando los vi sentados a la mesa, me sonrojé. Comprendí que nadie me había creído la mentira. Más que nunca, yo me había convertido en esclavo de mis palabras. Pero enseguida le pedí a Adrián que nos fuéramos a charlar aparte, a otra mesa. Entonces le pedí prestado el auto. Pero Adrián puso una cara de no poder. Y yo sentí como si el mundo se me viniera abajo. Sin embargo Adrián me dijo que el auto estaba en el taller, y estaría por lo menos tres días más en reparaciones.

Mientras tanto Melania me escribía y me enviaba fotos todos los días por Whatsapp. Lo hacía desde su casa y desde la facultad. Yo hacía lo mismo pero evitaba invitarla a pasear, ya que mi intención era mostrarle de inmediato que yo tenía auto. Así la entretuve tres días, hasta que el auto de Adrián salió del taller. Entonces Adrián me dio la llave y pude ir a buscar a Melania a su casa. Ella se quedó encantada cuando me vio llegar en auto. Mientras esperaba que ella se subiera al vehículo, yo me quedé mirando la fachada de su casa, que era de clase media. En ese momento me hubiera gustado ser sincero con ella, decirle que yo también era de clase media, que no tenía departamento en el Centro y tampoco tarjeta de crédito dorada. Pero pensé que ya era demasiado tarde para eso. Por eso la llevé a pasear a Luján sin confesarle nada.

Caminamos mucho por la márgen del río. Hasta le compré un sombrero para protegerla de los inclementes rayos del sol. El sombrero (en realidad cualquier sombrero) le quedaba precioso a Melania.

A esa altura de los acontecimientos, los hermanos Cabrales todavía no conocían a Melania y por eso me seguían llamando charlatán. Una tarde en el café casi nos agarramos a trompadas por eso. Me contuve porque el dueño del café era amigo mío y no quería ocasionarle ningún problema. Sentí tantas ganas de dar por cerrado ese asunto, que no me importaba nada. Pero todavía no había conquistado a Melania. Ni siquiera nos habíamos dado un beso en los labios. Y yo tenía que pensar en algo para que eso ocurriera urgentemente. De nuevo acudí a mi amigo Adrián porque él tenía un departamento en el Centro. Pero yo nunca se lo había pedido para pasar una noche con una chica. En ese momento recordé el dicho que dice que la "necesidad tiene cara de hereje", y aunque me daba vergüenza pedir el departamento, hice de tripas corazón y se lo pedí prestado. Al principio Adrián me dijo que no, que su departamento no era ningún albergue transitorio y ese tipo de cosas. Pero yo le respondí que era la una única vez en la vida que le pedía algo así y que después de eso yo mismo acabaría con el asunto de Melania. Que lo único que quería era cerrarle la boca a los hermanos Cabrales y a todo aquel que se había reído de mi. Luego de eso, abandonaría a Melania. Incluso la bloquearía en el facebook y en el Whatsapp.

Por suerte, todas esas promesas convencieron a mi amago Adrián. Ahora yo estaba listo para pasar a buscar a Melania en auto y llevarla al cine. Depués la invitaría a comer a "mi" departamento y entonces... Entonces ocurriría lo que tendría que ocurrir. Melania me dijo que le encantaba "mi" departamento. Luego salimos a ver la vista desde el balcón y ahí, frente a una brisa que nos acariciaba, nos besamos por primera vez. Después fuimos a la cama e hicimos al amor muchas veces hasta que los dos nos quedamos dormidos y el nuevo amanecer nos despertó.

Claro, yo estaba satisfecho con el rumbo que habían tomado los acontecimientos. Ahora me sentía con derecho de presentarle a Melania a mis amigos. Y sobre todo a los imbéciles de los hermanos Cabrales. Melania me dijo que estaba encantada.

Esa tarde también sería la última tarde en que le usaría el auto a mi amigo Adrián. Y también la última tarde en que vería a Melania. Después de cerrarle la boca a los hermanos Cabrales, la bloquearía en todas las redes sociales. Pero mientras íbamos en el auto de Adrián rumbo al bar de la esquina, Melania me tomó del brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Después se puso a llorar profusamente. Me dijo que ella no había sido del todo sincera conmigo, porque nunca había sido ni trabajado de modelo. Usaba esa mentira para impresinar a los hombres, y nada más. La sentí llorar tanto, que le levanté el rostro delicadamente y la miré a los ojos. "Me da tanta vergüenza haberte mentido así", me dijo entre sollozos Melania. Después me aseguró que nunca más me haría una cosa semejante.

Entonces, vaya a saber por qué motivo, sentí ternura por Melania. Por eso le confesé toda la verdad, esperando que ella también me comprendiera. Toda la verdad sobre el auto, el departamento del Centro, la tarjeta de crédito dorada... Hasta sobre mi apellido "Gómez" le dije la verdad. Incluso le dije el motivo de todas aquellas mentiras, motivos que tenían que ver con los hermanos Cabrales. Melania abrió grandes los ojos, casi sin poder creerlo. Me dijo que ahora estaba asustada. Y añadió que que se sentía usada, casi ultrajada. Me pidió que detuviera el auto porque quería bajarse ya mismo, desaparecer de mi vida para siempre. Pero yo la agarré del brazo, impidiéndole cualquier movimiento, hasta que Melania me dio una fuerte cachetada. Después se bajó corriendo del auto. Esa fue la última vez que vi a Melania.

Me quedé con el auto estacionado y el motor encendido durante unos cuantos minutos. Cuando retomé la marcha todavía me sentía un monstruo. Entonces los ojos se me llenaron de algo que no sentía hacía muchísimo tiempo, lágrimas. Lágrimas que me impidieron ver el auto que cruzaba la esquina, contra el cual choqué bruscamente.

...

Texto agregado el 15-03-2025, y leído por 169 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
21-03-2025 Pese a ser un cuento larguísimo y no acostumbrar a leerlos, me gustó. Se lee fácilmente y entretiene. Bien! MujerDiosa_siempre
18-03-2025 Me gustó aunque no esperaba ese final. Glori
18-03-2025 ***** nelsonmore
18-03-2025 Me gusto demasiado .. 6236013
18-03-2025 Que cuento más entretenido,es largo,sin embargo,deseaba leer más. La mentira dicen que es fácil de descubrir,y creo fue mejor que le confesaras todo ,si a ella le agrado tu presencia,no necesitas lo material.... Claro está que se tiene que haber sentido usada porque así fue,pero falta que digas si provocó algo más que pena en ti. También espero que haya otra parte,da para eso***** Un fuerte abrazo Victoria 6236013
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