El viejo piano había pertenecido a la abuela y lo había heredado mamá. Yo aún no sabía tocarlo pero me generaba una extraña emoción ver a mamá sentada frente a él. Era un mueble del cual surgía algo que no lograba entender. No era solo música, eran sentimientos, eran historias.

Durante las reuniones familiares, mamá tocaba con sus dedos largos y hermosos. Luego el pasado llegaba en forma de anécdotas y risas. A veces veíamos fotos de gente que no había conocido. El tiempo pasaba mientras la familia se sumergía en la nostalgia.

Ahora el piano me pertenece y mamá ya ha dejado este mundo. A mi lado, los niños me escuchan tocar y, cuando les cuento sobre la abuela y me preguntan dónde está, les digo que a veces está en el cielo, y a veces, cuánto tiene ganas de tocar, sus dedos se posan sobre los míos, y aunque no podemos verla, tocamos juntas.