La Balsa
Voy a escuchar el canto del silencio…
En su melodía se agitan mis pensamientos como sombras danzantes, girando al compás de una armonía antigua e insondable. La mente, en su cárcel invisible, late y se expande, como si estuviera a punto de romperse.
De pronto, aparecen manchas. No son sombras ni vacíos, sino algo que florece dentro de ellas. La belleza nace ahí, en lo inesperado, en lo informe que se vuelve luz. Se expanden y se contraen, como un latido que no es mío pero que, de algún modo, me habita.
Entonces la veo. Una balsa, esperándome en la orilla de lo desconocido. Me llama con un susurro que no es voz pero que comprendo. Subo. Me dejo llevar. El agua es vida y movimiento, pero yo, poco a poco, dejo de ser. Me disuelvo. Me pierdo en la vastedad sin nombre.
Miedo.
Algo en mí se resiste, y la balsa me expulsa.
Vuelvo.
Los ojos se abren. El aire llena mis pulmones y sé que sigo aquí… pero algo ha cambiado. Algo ha muerto en mí, y algo más ha nacido. No sé qué es este lugar al que he regresado, pero siento que acabo de cruzar un umbral.
Estoy entrando, una vez más, a este cambiante planeta. |