Ayer te vi…

Ayer te vi y los recuerdos juveniles volvieron a mi memoria. Te encontrabas solo o mejor dicho con tu único acompañante, un perro que te miraba con recelo, mientras tironeabas la correa para que te siguiera. Cuántas cosas hubiera querido contarte, pero tú…tú bajaste la mirada y lo comprendí, los años se habían llevado a aquellos muchachos… a aquellos jóvenes que pensaban que el mundo siempre sería nuestro, que la juventud no nos dejaría jamás y que tú y yo viviríamos eternamente.
Ayer te vi y mis ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas amargas, lágrimas de mujer enamorada aún.
Por unos segundos cerré los ojos y volví a verte, alto siempre con la sonrisa en los labios y aquel andar erguido que enamoraba a las muchachas y seguí mi camino, te fuiste alejando despacio como si el peso de los años que ya habían cubierto tu cabeza de hilos plateados, se hubiera posado como un ave de rapiña en tus hombros, encorvándolos. Y mientras caminaba iba soñando con el hombre que fuiste y el dolor se dibujó en mi rostro cuando al pasar a tu lado y sentir el aroma del viejo perfume que tanto me agradaba no pude seguir, me detuve a unos pasos de ti para seguir luego mi camino, pero cuando aún caminaba te sentí…
Eugenia… me dijiste casi en un susurro y a pesar del tiempo transcurrido me volví a sentir aquella muchacha que corría a buscarte cuando venías a verme y entonces, corrí y corrí y seguí corriendo, porque igual que tú no tuve el valor de enfrentar la realidad.
Omenia
28/2/2025