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Inicio / Cuenteros Locales / superstar / Trumpian Gore Horror: La nueva seguridad social, por Elon Musk

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El cielo sobre Palm Beach parecía una llaga abierta, supurando un rojo espeso que teñía el océano de un brillo carmesí y podrido. Donald J. Trump, el titan de oro, el rey supremo—créeme, amigos—se erguía en un trono improvisado de acero y cráneos frente a las ruinas mutantes de Mar-a-Lago, su traje hecho jirones pero su corbata brillando como una lengua cortada. En sus manos, un mazo ensangrentado, forjado con los restos de un escritorio del Congreso, goteaba con cada golpe que daba al aire. “¡Hemos aplastado a los débiles, folks—la victoria más grande, la más brutal, nadie lo hace como yo!” rugió, su voz un rugido que hacía temblar la tierra empapada en sangre. A su derecha, Elon Musk, el profeta loco de la tecnología, proyectaba un holograma parpadeante de su nuevo Sistema de Seguridad Social—una sentencia de muerte para los pobres—su risa un cortocircuito que resonaba en el caos. Curtis Guy Yarvin, el cerebro necrótico del yarvinismo, garabateaba en una tabla de circuitos con sangre seca, sus ojos brillando como brasas de un fuego apagado. Y sobre ellos, Peter Thiel, la gárgola viva, sus alas de piedra negra batiendo tormentas de polvo y billetes ensangrentados, sus garras arrancando pedazos del cielo mientras gruñía su aprobación.
“¡La Seguridad Social vieja era una mierda, amigos—un desastre total, manteniendo a viejos parásitos, débiluchos, una vergüenza!” bramó Trump, aplastando un fémur bajo su bota mientras escupía un coágulo al suelo. “¡Elon, mi genio número uno, diseñó algo increíble—el mejor sistema, tremendo! Dijo, ‘Donald, si no tienen cinco millones al jubilarse, que mueran,’ y yo dije, ‘¡Elon, eres un asesino, hagámoslo sangriento!’” Rió, un sonido gutural y salvaje, mientras arrancaba un letrero destrozado de “Social Security” y lo usaba para avivar una hoguera de cuerpos que ardía frente a él.
Musk activó el holograma, y una visión infernal cobró vida: a la edad de jubilación, cada ciudadano debía mostrar cinco millones de dólares en efectivo. Si no, ejecución instantánea—guillotinas automáticas, drones con sierras, cámaras de plasma, todo diseñado por Tesla. “El gobierno federal no mantiene a viejos débiles,” cacareó Musk, disparando un rayo de su cañón portátil a un anciano que suplicaba clemencia, su cuerpo explotando en una lluvia de carne y hueso. “Sin cinco millones, eres basura—eficiencia pura, como Urbit, como mis cohetes. Los fuertes prosperan, los perdedores arden.” Un enjambre de drones salió de su espalda como avispas mecánicas, decapitando a una fila de jubilados sin fondos, sus cabezas rodando en charcos mientras Musk reía como un maníaco, su cabello alborotado como un nido de cables chamuscados.
Yarvin se inclinó sobre un charco de sangre, sus dedos huesudos trazando líneas en el lodo rojo. “El yarvinismo lo exige,” siseó, su voz un veneno que corroía el aire. “La Seguridad Social era una enfermedad—una muleta para los inferiores, un cáncer progresista. Ahora tenemos pureza: los ricos viven, los pobres son sacrificados. Es naturaleza, no caridad.” Señaló hacia una plaza donde las máquinas de Musk trituraban a los “no aptos”—ancianos, enfermos, cualquiera sin el dinero suficiente—, sus gritos ahogados por el zumbido de las sierras. “El reboot limpia la escoria. Que los fuertes reinen.”
Thiel descendió del cielo, sus alas de gárgola aplastando un autobús lleno de disidentes, sus garras arrancando el metal como si fuera carne blanda. “He financiado esta purga,” gruñó, su boca una caverna de colmillos podridos que escupía saliva negra. “Tlon, Urbit, este sistema—mi oro lo hizo realidad. La vida es para los titanes, los demás son combustible.” Abrió sus fauces y vomitó un torrente de billetes ensangrentados que cayeron sobre los ejecutores de Musk, mientras sus garras destripaban a un jubilado sin ahorros, devorando su corazón con un crujido húmedo, la sangre corriendo por su pecho pétreo. “Cinco millones o muerte—economía limpia,” rugió, batiendo las alas para lanzar una ráfaga que arrancó tejados y cuerpos por igual.
Trump saltó del trono, blandiendo su mazo mientras aplastaba el cráneo de un manifestante que sostenía un cartel de “Salven a los Ancianos.” “¡Peter, eres una gárgola de lujo—el mejor, un monstruo total! Elon, tu sistema es arte—los viejos débiles fuera, como dijo Curtis, ¡RAGE total! Despedimos a todos esos burócratas, los reemplazamos con nuestros chicos—leales, duros. ¿Los jueces? ¡Ja! Les dije, ‘Cierren la boca o los corto en pedazos!’” Una guillotina colosal se alzó, su hoja grabada con “MAGA o Muerte,” y cercenó a un grupo de pensionados en un solo golpe, las tripas salpicando mientras Trump danzaba en el charco, su risa un aullido primal.
Musk lanzó un cohete que explotó sobre una multitud de “no calificados,” lloviendo extremidades y cenizas. “Neo-cameralismo perfecto,” gritó, “una corporación soberana—yo diseño, Trump ejecuta, Thiel paga.” La gárgola Thiel arrancó una estatua de la Libertad y la arrojó al mar, mientras Steve Bannon, cubierto de sangre coagulada, recitaba a Burnham entre risas dementes. Michael Anton afilaba un hacha, planeando la próxima masacre.
Yarvin se arrodilló en la sangre, escribiendo en su tablet: “Pasivismo—dejamos que los débiles colapsaran, y ahora mandamos. Un rey, un código, una casta de hierro.” Miró a los ejecutados, sus cuerpos apilados como leña, y sonrió, un rictus de tiburón. “Cinco millones o nada—es ciencia.”
Trump alzó su mazo, empapado en sudor y vísceras, su risa un terremoto. “¡Soy el rey supremo, amigos—el mejor! Elon, eres un carnicero genio, Peter, una gárgola de trillones, Curtis, mi profeta—Yarvinismo eterno!” Un trono de huesos y circuitos se alzó, y Thiel coronó a Trump con una calavera chorreante. El aire apestaba a muerte y poder, y el nuevo mundo nació en un río de sangre.

Texto agregado el 02-03-2025, y leído por 203 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
03-03-2025 Un relato cargado de densidad, Fuerte, potente, los personajes son sólidos, se pueden sentir hasta sus olores Quizás haya faltado un revisor o un Editor, pero es magnífico Muy, pero muy, pero muy bien Ishamael
 
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