Qué no hacía para llamar la atención, pues pasaba totalmente desapercibido. A veces fingía accesos de tos; otras veces cantaba muy desafinado, pero ni así lograba que alguien lo mirase. Azotaba el piso con sus pies y nada. Parecía que no existía, lo peor de todo, era que se consideraba el hombre más importante de la ciudad, del país y de todo el planeta. Solo se dieron cuenta que existía, el día que Juan Vargas, el cantante de moda cantaba sus baladas pop, en un auditorio pequeño. En un pequeño receso, hubo mucho silencio y a Ernesto se le escapó un pedo bien oloroso. Todos salieron corriendo. A Ernesto R, no le quedó más remedio que disfrutar su olor a caquita. Después de que el aroma se desvaneció, dijo en voz alta:
-Será que estoy soñando, pues me sentí en el cielo, qué aroma tan exquisito.

Pedro Moreno Mora