Madre: Tengo ese recuerdo en mi memoria como si estuviera pasando ahora mismo, ver tu cuerpo tendido en esa camilla tu rostro descubierto sin una gota de maquillaje, sin una gota de maquillaje tú la que nunca salía a la calle sin pestañina y labial, te veías como cuando dormías, tranquila, serena solo que esta vez no despertarías de nuevo.
Y ahí estaba yo a cuatro o cinco paso de distancia tan cerca pero tan lejos, no pude tocarte, besarte o bendecirte por última vez y mi mente se quedó en blanco, en un blanco profundo en donde no recordaba ninguna de las oraciones que sabía, en donde no encontraba palabras para organizar y que salieran de mis labios tan solo las lágrimas silenciosas corrieron por mis mejillas y solo reaccioné cuando me indicaron que debía salir; cinco, diez, quince minutos no lo sé solo sé que desde esa madrugada inicio esta eternidad.
Me preparaste para muchas
cosas en la vida, para llevar un hogar, ingresar a un trabajo nuevo, socializar, conversar…comportarme en diversos ambientes pero nunca me preparaste para estar sin ti; no me dijiste que dolería mucho, que sería el dolor más fuerte de la vida, nunca dijiste lo difícil que era llevar las riendas de un hogar y cuidar de alguien aparte de ti, tampoco dijiste que el teléfono dejaría de sonar, que moriríamos también nosotros para muchas personas, que los domingos serian aterradores y también olvidaste decir que la ausencia pesa y duele tanto como si estuviera cargando el mundo sobre mi espalda.
Quizás no lo dijiste porque ignorabas como cambiaria mi vida cuando no estuvieras, o pensaste que podría solucionar las cosas y no te percataste que te necesitaría cuando me enfermara, o cuando pasara algo importante en el trabajo y quisiera contarle a alguien, pensaste que no me romperían el corazón de nuevo y no tendrías que consolarme, que encontraría con quien salir a hacer mercado, a comprar mi ropa y mis cosas, que no extrañaría la comida que me preparabas ni nuestro tinto en la mañana, que aquellos que llamaban cuando tú estabas seguirían llamando y podría apoyarme en ellos o que todos los que te prometieron cuidarme, acompañarme, aconsejarme o apoyarme estarían junto a mí y por eso guardaste silencio.
Han sido cuatro años que a veces se sienten como muchos años y otras veces como el primer año, una montaña rusa que ha transcurrido con breves chispazos de felicidad, como juegos pirotécnicos de corta duración, de sonrisas a veces fingidas porque ya no quieres que te sigan diciendo “Hay que soltar” “hay que seguir viviendo”, cuatro años de aprender a ser ama de casa y cuidadora, de sacrificar y renunciar a muchas cosas, de frustración, angustia, miedo y mucha soledad. Cuatro años de aferrarme a Dios como se aferra el náufrago a la última esquina del barco que está en flote, de tomar distancias y romper vínculos, dejar amistades, iniciar unas nuevas, envejecer y aprender a vivir y a vivir sin ti.
Es muy difícil, y sé que no soy la única y que hay cosas peores pero para mí es difícil, para mí ha sido y siempre será el dolor más grande que he tenido que asumir y vivir en mi vida, un antes y un después; sigo y seguiré aquí luchando, caminando, intentando levantar la cabeza como tantas veces te vi hacerlo al fin de cuentas no tengo más opción, no es negociable, te llevo conmigo siempre en mis oraciones, mi mente, mi corazón, mi recuerdo, mis sonrisas, en los días bonitos también, hoy mañana y siempre hasta volvernos a encontrar |