Se reúnen en una casa enorme que pertenece a Sonia, una de ellas. Proponen la hora de encuentro para iniciar sus actividades. Para ello, se preparan con anticipación trayendo café, galletas, refrescos, botana y vino, por supuesto. Si alguien les pregunta sobre el vino, aducen que es medicinal, que varias de ellas lo requieren si no es que todas, para reanimarse, o para ofrecerle una copita a las visitas que a veces llegan de improviso. La edad para pertenecer al club no es tan importante.
Ya casi están todas, solo falta Laurita que viene un poco retrasada. No saben que se le ha hecho tarde por estarse ajuareando para verse presentable y lo más guapa posible.
Laura tiene una hija que la increpa cuando está a punto de salir:
-¿Ya te vas otra vez con las mujeres malas?
-No digas eso, ninguna de ellas es una mujer mala.
-¡Cómo no! Todas son iguales. Lina, con sus 72 años de edad, es diabética. Sofía tiene 68 y padece de presión alta. Carmen con su titipuchal de años sufre de la ciática. Lucía se cayó y trae una mano fracturada. Raquel apenas si camina porque ya no aguanta las várices. Y tú, andas causando lástima con tu artritis. ¿Y para qué se reúnen? ¿Para contarse de sus múltiples enfermedades?
Entonces, dime: ¿Son o no son mujeres malas?... No te enojes, mamá. Es solo una broma. Ve a divertirte con tus amigas.
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