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Los anónimos.

De entre tantos delitos graves que hay en el mundo, el anónimo es quizá uno de los más dañinos literalmente debido a que la mayoría de las veces la persona que los envía no suele hacerlo a una sola persona, sino todo lo contrario, cuántos más sean dichos anónimos, mejor efecto harán.
Y justamente eso sucedió en un hotel de cinco estrellas en una gran ciudad, repleta de turistas de todas partes del mundo.
Eso causó un revuelo que ni la policía pudo parar, cierto día algo poco usual en esta época, un cartero con uniforme y gorra del correo entró al hotel y entregó una cantidad inusual de cartas en la administración que hizo sonreír a la encargada amen de asombrarse porque aquello le hizo recordar una película vieja, ahora ya nadie envía cartas, para eso están los celulares, pensaba la chica.
Y así comenzó todo, Cecilia que así se llamaba la encargada de la administración puso cada carta en el casillero correspondiente para entregarla ni bien viera al destinatario de dicha carta.
No era una tarea muy sencilla, pero pronto todas las cartas estaban en su lugar y cada uno de los huéspedes la retiraba para abrirla en su habitación.
El primero en leer la carta fue un señor muy anciano que al no tener buena vista le pidió a Cecilia que la leyera por él.
Con mucho gusto la chica comenzó a leerla hasta llegar a algo tan increíble que decidió no seguir leyendo. El anciano le preguntó de quién era esa carta y quién la había traído a lo que ella le contestó que el correo la había mandado junto con otras.
Intrigado el anciano le pidió, al darse cuenta que la muchacha estaba incómoda leyendo que se la devolviera, que él se ocuparía de leerla con los lentes apropiados.
Al llegar a su habitación comprobó lo que había imaginado, aquello era un anónimo y bastante feo y grosero por lo que decidió ir a la policía.
Este fue el primer caso, el segundo le tocó a una jovencita que estaba en el hotel por una conferencia que debía dar su madre sobre la tuberculosis, enfermedad que volvía a estar de moda por aquellos lugares y pensando que era en realidad, para su madre se la entregó a ella.
La mujer al leerla sintió tanta rabia que hizo lo mismo que el anciano, pero no sin antes quejarse a la pobre Cecilia diciéndole que si no les daba vergüenza entregar anónimos a los huéspedes. Difícil saber qué decía la misiva, pero nada agradable debió ser.
En el tercer caso la misiva le fue entregada a un hombre de negocios que no entendía nada ya que no hablaba el idioma del país y al encontrarse solo, Cecilia tuvo que leer aquello tan desagradable a lo que el hombre sin importarle nada, le pidió que la rompiera ya que debía ser un error aquello no era para él ya que nadie lo conocía en ese lugar.
Y llegó el turno a una señora joven que estaba con su esposo disfrutando de unas vacaciones y al leer lo que decía aquella carta enrojeció de tal manera que hubo que llamar al médico, no podía creer que alguien le estuviera mandando un anónimo con amenazas, aquello era inconcebible.
Y fue así que casi todo el hotel se encontraba en la sala de eventos cada uno quejándose a su manera, algunos tan enojados que querían que les devolvieran lo que habían pagado o de lo contrario harían una demanda al hotel.
El problema era que entre todos los cientos de cartas la peor fue de un abogado, este hombre al leerla no solo llamó a la policía, sino que hizo venir a un juez amigo para que aclararan quien las había enviado. El abogado estaba al tanto sobre anónimos, sus clientes a veces lo consultaban por alguno recibido.
Como dije antes, a pesar de que muchas personas rompían el anónimo, justamente por ser un anónimo, otras la pasaron muy mal.
Este fue el caso de un médico cuya carta decía que la medicina no era lo suyo y que, aunque los muertos no hablaban él sabía lo que había hecho en el quirófano y debido a este simple anónimo, aquel médico sufrió un ataque al corazón y falleció al momento de leerla.
Esto ya se estaba volviendo un caos, aquello tenía que parar, pero era como una rueda en una gran bajada no puede detenerse hasta que encuentre algo en el camino.
A esta altura la policía no tenía ni la más remota idea de quien había entregado las cartas hasta que decidieron ir al correo y consultar al encargado para saber de dónde venían dichas cartas ya que alguien las tenía que haber llevado al correo, los buzones en las calles ya casi no existen y hay que ir personalmente a llevarlas.
El encargado del correo lo único que recordaba era que un niño las había llevado y como todas tenían sellos, ni siquiera tenía que pagar y así la policía volvió al hotel ahora con una nueva estrategia, quisieron saber si alguno de los inquilinos no había recibido un anónimo, pero Cecilia les dijo que todos inclusive ella había recibido uno.
El hotel ardía, unos furiosos otros tratando de que nadie leyera lo que les habían escrito y otros indiferentes, pero aquello debía terminar, la mayoría de las cartas fueron entregadas a la policía, otras fueron quemadas y no pudieron hacerlo.
En la jefatura los encargados de leer dichos anónimos a veces debían reírse, pero otras eran tan terribles que era imposible ignorarlas, tales como la de una inquilina que le decían que su esposo era el amante de una jovencita que estaba muy cerca de ella, la mujer casi mata al esposo que dicho sea de paso nada tenía que ver, verdaderamente amaba a su mujer a pesar de su genio.
Otro anónimo muy fuerte fue el que recibió un político, en plenas elecciones en su país lo culpaban de recibir coima de un grupo terrorista y no elegían las palabras para dirigirse a él.
Y así fueron leyendo todas las cartas, pero esta vez, pidieron la colaboración de un experto en anónimos el cual les dijo que la mayoría de las veces suele pasar que se quiere dañar por solo el hecho del daño mismo y mandan anónimos a muchos, entre tantos, alguno da en el clavo con resultados como el del médico y del político que ya no pudo volver a su país.
Mucha gente se marchó del hotel apenas haber llegado, aunque tuvieran reservaciones por más tiempo.
Cada uno de ellos se fue con un sabor amargo en la boca y dispuestos a contar lo sucedido a todo el mundo recomendando no volver al hotel aquel.
Y fue así que el experto a los pocos días reunió a los dueños del hotel y les preguntó si tenían algún enemigo, pero nadie sabía a ciencia cierta qué era lo que querían decir con aquello, era un hotel de cinco estrellas que estaba en el mismo lugar desde hacía cien años por lo menos.
A los pocos días un aviso increíble salió a la luz, la policía había detenido a uno de los ex empleados del hotel, que por no cumplir bien con sus quehaceres lo habían despedido y estaba trabajando en otro hotel muy cercano.
Cuando la policía lo detuvo les contó el motivo por el cual había hecho aquello, conocía la vida de casi todos los huéspedes y decidió hacer una broma para que nadie volviera al hotel y así el otro hotel tendría mucho más trabajo y las propinas serían increíbles. Así fue de simple aquella broma que resultó ser lo peor que le haya sucedido al que la hizo porque, el mal no duerme y suele estar cerca.
De más está decir que debido a todo aquello, a la muerte del doctor y tantas otras cosas que sucedieron debido a aquellos anónimos, el hombre fue puesto a disposición de la justicia, el hotel volvió a resurgir, pero el mal estaba hecho, muchas personas creyeron aquellas mentiras y nada volvió a ser igual para nadie.

Omenia
6/2/2025




Texto agregado el 12-02-2025, y leído por 72 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
17-02-2025 Muy buen relato Ome, está lleno de suspenso con un desenlace ingenioso. Me gustó. Un abrazo! Mayte2
16-02-2025 Sigo admirando tu frondosa imaginación, querida Ome. Bravo! MujerDiosa_siempre
14-02-2025 Un hotel también puede ser un campo de batalla, jejeje. Mandeville
14-02-2025 Los anónimos son una artimaña que puede hacer mucho daño. No toda la gente es buena y no falta quien solo quiera lastimar a otros. Excelente historia, Ome. maparo55
13-02-2025 Y de los anónimos pasan a las bombas, dejadas como regalitos... uff. patología social amiga Ome. abrazo. sendero
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