No me gustan nada tus silencios, tus ausencias, tus huidas.
Me gusta saber de tí, me gusta cuando me cuentas tus alegrías o tus penas, tus cosas, tus amores y desamores. Tu vida.


Hoy esta vieja carta se asomo por mi cajón y otra vez volví a leerte.

¿Mi vida? Continua.
Sigo haciendo terapia, pero ya no escribo como antes.
Perdí amistades y descubrí otras maneras de vincularme.
Cada tanto me masturbo para sentir el cuerpo, y cuando el calor de mi marido toca mi espalda cierro los ojos y me entrego a él con toda la ternura que brota de mi vientre.


Hoy hice carne salteada, esa que te quería hacer probar, y una lágrima fría simplemente cayó por mi mejilla.

Aun tomo sidra por la madrugada, si, esa que se llama igual que la última ciudad que visitaste.

Mi psicóloga me dice que "padezco" ensoñación excesiva, vivo en la luna básicamente, y que la nostalgia me está llevando a una depresión temprana. Yo le digo que mi sentido del humor me ayuda a seguir adelante, aunque no logre quitarme de la mente el querer comprender cómo continuar cuando alquien a quien alguna vez quisiste ya no está.

Antes de que me olvide, la otra noche soñé, te presentabas en la puerta de casa como un extraño y me besabas, un beso corto, pero tuyo.
Cuando le conté eso a la bruja del barrio me dijo que era una entidad aprovechándose de mi dolor. Pero mi esperanza me dijo que el del sueño si eras vos.

Te extraño, me extraño y nos extraño.

Se está terminando la sidra y mi marido me está llamando. Te dejo un beso, de esos que siempre terminan en poesía.
Nos vemos en algún otro momento.
¿Habrás reencarnado ya?, si no, contame, ¿cómo estás?.

Andy