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Inicio / Cuenteros Locales / gpalm1990 / Una danza de hojas en la gran ciudad

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El cielo de Santiago, un lienzo grisáceo y amenazante, presagiaba una lluvia inminente. Caminaba sin rumbo por Providencia, ajena al bullicio de la ciudad. El otoño había desatado una danza de hojas, un espectáculo melancólico que resonaba con mis recuerdos más profundos.

1985: La Florida, la casa de mis padres, un refugio pequeño y frío. La ausencia de mi madre era una herida abierta. A pesar de los años transcurridos, el recuerdo de su madre seguía siendo una punzada en el corazón de Ana, un vacío que nada podía llenar. Yo, niña sumisa, me sentaba a la mesa, esforzándome en mis tareas escolares bajo la mirada severa de mi padre.

"Eres muy inteligente, mi pequeña", solía decir, elogiando mi inteligencia.

Siempre dispuesta a complacer, me esforzaba por seguir sus pasos, anhelando su aprobación. Mi hermano Juan, un torbellino de energía, lloraba desconsoladamente, ajeno a mis esfuerzos por concentrarme en mis estudios. Mi padre, un hombre de temperamento volátil, reaccionaba con furia ante el más mínimo disturbio.

Yo, ajena a la tormenta que se avecinaba, me refugiaba en mis problemas de matemáticas, aferrándome al lápiz como si fuera un salvavidas.

El presente me devolvió bruscamente a la realidad. Había llegado al punto de encuentro, pero él no estaba allí. La impaciencia me carcomía. Me senté en la banca, el frío calando mis huesos. Busqué refugio en mi abrigo blanco, una prenda lujosa que contrastaba con mi pasado de estrecheces.

Acaricié la suavidad de la tela, recordando mis años en la universidad, cuando la moda era lo de menos. Lo importante era estudiar, superarme, aunque la verdadera razón era la falta de dinero en casa.

1985: El llanto de Juan se intensificó, la furia de mi padre creció como una llama descontrolada. La escena se repetía en mi mente, una pesadilla recurrente que me despertaba en medio de la noche. Impotente, me refugiaba en mi cuaderno, deseando que todo terminara. El recuerdo se aceleraba, la mano de mi padre se levantaba...

Unos pasos me sacaron de mis pensamientos. Él estaba allí, sonriendo bajo la llovizna. Corrí a sus brazos, buscando refugio en su abrazo. El pasado seguía presente, una sombra en mi mente, pero en ese momento, solo el presente y el futuro importaban.

Texto agregado el 05-02-2025, y leído por 7 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-02-2025 El pasado siempre va a estar presente en nuestra vida, pero el presente y el futuro deben ser lo primordial para seguir viviendo. Saludos. ome
 
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