Los rumores dicen que él viajó hacia la ciudad de Buenos Aires para buscar trabajo y salir de la pobreza. Partió con un bolsito como todo equipaje unos meses después de casarse con Rosa. Ella se quedó en la casa con sus padres que la alojaron hasta que la propiedad fue vendida para afrontar las deudas. Era una época muy difícil; la recesión trajo hambruna y desesperación.
Cuentan que ella nunca más fue la misma y, aunque no perdió las esperanzas, comenzó a mostrar signos de depresión. A veces hablaba sola o se sumia en el silencio durante días.
La pobre mujer no quiso creer que él la había abandonado, mantenía la firme convicción de que un día su marido aparecería para llevarla lejos de allí.
Durante mucho tiempo se la pudo ver cerca del muelle de pescadores sentada sobre una roca. Cuando alguien se atrevía a preguntarle qué hacía allí, respondía que estaba esperando el barco que iba a traer de regreso a su esposo.
Los años pasaban, pero ella nunca dejó de esperar. Un día la vieron caminar hacia el puerto. Decía que por fin había llegado la embarcación.
Corrió hasta que llegó al río y subió a ese barco que en realidad no existía. Un hombre se arrojó a las aguas para rescatarla. Dicen que sonreía cuando lograron sacar del río su cuerpo sin vida.