Texto original
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez,..., once mil uno, once mil dos,..., ocho millones ciento cuarenta mil trescientos,..., diez mil billones, ...................
Y así siguió toda su vida hasta morir, sin darse cuenta de todas las cosas y personas que tenia a su alrededor y que nunca supo apreciar.
Texto nuevo:
Había una vez un hombre cuya vida giraba en torno a los números. Cada día comenzaba y terminaba su jornada contando. Comenzó con uno, dos, tres y pronto se sumergió en un mar infinito de cifras.
Mientras los días pasaban, el hombre contaba más y más, perdiéndose en las interminables filas de números: "mil uno, mil dos,..., millones, miles de millones, billones." Los números se convirtieron en su única realidad, un universo donde cada número era una meta y cada meta era un número.
La gente a su alrededor intentó varias veces atraer su atención. Los niños jugaban afuera, las estaciones cambiaban, las flores florecían y morían, pero él seguía contando. La risa de los amigos, los abrazos de los seres queridos, las pequeñas alegrías y las grandes tristezas, todo quedó en un segundo plano.
Una tarde, mientras el sol se ponía, el hombre dejó escapar su último aliento y los números cesaron. Fue entonces cuando, al mirar atrás desde el más allá, se dio cuenta de todo lo que había ignorado. Los números, tan precisos y ordenados, le habían ocultado el caos maravilloso de la vida.
Las personas lloraron su pérdida y lamentaron que nunca hubiese visto la belleza de su mundo más allá de los números. Reflexionaron sobre la importancia de vivir el momento, de apreciar lo que tenemos y a quienes nos rodean.
Y así, la vida continuó, con sus altibajos, risas y lágrimas. Pero la historia del hombre que contaba números se convirtió en una lección atemporal: vivir plenamente y no perderse en detalles que nos alejan de lo realmente importante.
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