Me manejaba muy bien por Internet cuando se trataba de reservar entradas o buscar información en Google, hasta hacía vídeos de TikTok, pero me perdí cuando se abrió al universo. La World Wide Web pasó ser la Galaxy Wide Web y, en un abrir y cerrar de ojos, la Universe Wide Web.
Mi hija Irene está absorbida por las pantallas. Es algo que me inquieta, porque no sé lo que hace. Me llegan noticias que hablan de la amenaza extraterrestre, de que una civilización alienígena está lavándoles el cerebro a través de internet, para ponerlos al servicio de sus oscuros planes. Mi mujer me dice que no me crea las mierdas que me manda Eduardo, que son todo fake news. Pero Irene se pasa el día encerrada en su cuarto y cuando habla nada de lo que dice tiene sentido. Tengo miedo de estar presenciando algo terrible y no estar haciendo nada para evitarlo.
Menos mal que Isaías es más sanote. No se pasa el día enganchado a la pantalla. Él no me preocupa. Es más deportista; del Levante, como su padre. Estudia Ingeniería Industrial. Isaías tiene los pies en la tierra, no como su hermana, que parece que viva en otro universo.
No debería haberlo hecho, pero si eres padre me entenderás. Aprovechando que había salido, entré en el ordenador de Irene para ver qué encontraba. Superé el control de reconocimiento facial con una simple foto, menudo sistema seguridad de chichinabo. Innumerables ventanas surgieron de inmediato en la pantalla. Me llamó la atención un pequeño cuadro, que tenía la imagen de una galaxia de fondo. En la parte inferior del cuadro se veían tres puntos intermitentes. Un tal Xptron estaba escribiendo. Al momento apareció un mensaje escrito en un alfabeto compuesto de líneas ondulantes y símbolos extraños.
Mi hijo se ha ido de Erasmus a Plutón. El que tenía los pies en la tierra, ahora estudia en el Plutonian Institute of Technology. Mi mujer se puso supercontenta cuando le dieron la beca. Yo le dije que estaba muy orgulloso de él, y es verdad, pero no me gusta tenerlo tan lejos. Qué se le ha perdido en Plutón, con el frío que hace allí.
Lleva ya tres meses viviendo en el nanoplaneta. Se le ve feliz. Dice que quiere quedarse. Tiene muchos amigos, una pequeña comunidad de ingenieros de la Tierra. Para mí eso no es el mundo real. No es lo que hubiera querido para él. Estará bien, me dice mi mujer, en Plutón se vive muy bien. Iremos a visitarlo de vez en cuando.
Pero es que yo no me atrevo a ir. Sé que a veces en el viaje se producen cambios, porque lo que pasa con la teletransportación es que te descomponen en un lado y luego te recomponen en el otro y, a veces, cuando te reconstruyen, no quedas del todo bien. Lo ponía en un artículo que me envió Eduardo. No suelen ser cambios muy graves, pero alguna cosa puede que no quede igual: las orejas a una altura un poco distinta, tienes una tercera fosa nasal o notas el corazón latiendo en el lado que no toca.
Joder, lo echo de menos. Aunque ahora dice que es del Real Madrid, yo creo que es por el viaje, que lo ha cambiado.
Irene ha traído a Xptron a comer a casa. Mi mujer actuando con exagerada naturalidad. No voy a mentir, a mí no me gusta un pelo. Me dice que soy un racista. ¿Racista? ¿Xenófobo? ¿Yo? No es cuestión de racismo, a ver cómo lo explico. Por mucho que finja lo contrario, sé que ella tampoco está cómoda. Por poco vomita cuando Xpron empezó a soltar ácido sobre las empanadas antes de engullirlas con los pichos que tiene a los lados de la boca. Reconócelo, a su lado Predator es casi guapo. Yo no sé qué le ve Irene. Por no hablar del lenguaje, esa voz que parece una mezcla de eructos y chasquidos de cables eléctricos, nada agradable al oído humano, aunque, a tenor de la traducción de Alexa, el chico era de lo más educado.
—XSDdfñkgjdklffjrjñkfn (Qué buenas le han salido las empañadas, señora María).
—KOJdfojp9wer5843hgbvgf5r9o!!!kljdf… (¿Quiere que le sirva más vino?).
Y luego, dirigiéndose a mí:
—98GUkldfjdfioj090pr9e… (¿Y cómo va el Levante esta temporada?).
A mí no me la das con queso, bicharraco. Te estoy vigilando de cerca, que te quede muy claro.
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