Iba caminando y un gallo me seguía los pasos.
Le miré seis plumas raras y se puso colorado.
Mi atención es libre pero el se sintió como llamado.
Y se aceleraba y caminaba adelante engalanado.

Me preocupé recién cuando noté que ya se me había amarrado.
Yo sabía lo que venía y no era nada de mi agrado.
Me declaró la guerra y él estaba como entusiasmado.
Y aleteaba de vez en cuando para mostrarme que yo era un equivocado.

Seguí andando pensando en lo tan poco que había caminado
El gallo me miró con asco y se detuvo un rato porque ya estaba cansado.
No sé como pero de la nada unas gallinas aparecieron a su lado.
Y luego habían pollitos y otros gallos, todos muy animados.

Apresuré el paso, el asunto ya era demasiado.
Unas gallinas se lanzaron a mis zapatos dejándolos picoteados.
Y el gallo quedó atrás mirándome angustiado y desesperado.
Toda la chusma lo vitoreaba tanto que quedé medio asustado.

Cuando un buen trecho ya había avanzado.
Vi allá bien atrás que ya estaban llorando al desgraciado.
Allí se suicidó, así como disfrazándose de enamorado.
Y una gallina rechoncha se lo llevó como si fuera un héroe sacrificado.

Seguí mi camino, cada paso un poco más relajado.
Me lamentaba que sucedieran estas cosas, aunque ya estaba acostumbrado.
Emprendí la vibra y canturrié canciones del futuro y el pasado.
La brisa me acariciaba y sonreí sintiéndome suave y aligerado.

A lo lejos escuché un tumulto en el camino más adelantado
Se habían reunido cientos de gallos y gallinas extasiados
Había un cartel de final y de meta y celebraban todos alborotados.
Y la gallina rechoncha cernía orgullosa la urna de un cremado.

Los observé temeroso mientras me acercaba ensimismado.
A la vuelta de la loma subía mi camino inexplorado.
Se quedaron mirando al ver que yo no iba hacia los bajos prados.
Y seguí mi camino en una curva, que se encumbraba hacia otros lados.