Más Sangre virtuosa para el Dragón de la Muerte.

Incluso de niño estaba destinado a perseguir. En algunas raras ensoñaciones estaban sus padres y las constelaciones al momento de concebirlo que pronto se vio inconscientemente envidioso, inclinado a sentirse cómodo acechando. Así se sentía vivo. Y no era solo eso. Su carácter se contentaba con identificarse con lo ajeno, tener lo que tenía alguien más, elegir lo que elegía él, tragar lo que tragaba él… ser lo que era él.

Pronto fue creciendo en esas divagaciones, que él encontraba “naturales”. Nada sabía que era el elegido de la mismísima facción de los de su casta. Los Dragones de la Muerte. Se lo concibió como una verdadera apuesta para destruir todo lo conocido en esos reinos. Una tradición secreta muy antigua y bien pensada que había logrado construir algunas pocas madrigueras de poder saqueando y enjaulando todo lo bueno y valioso de la vida, en distantes lugares, para lograr finalmente convencer de vida al Dragón.

El objetivo actual impregnado en el Dragón, era un niño que había nacido poco antes. Un niño… magnífico. Lo decían las ensoñaciones en la que lo concibieron sus padres y obviamente, lo que más importaba, las constelaciones. Todo en ese muchacho era gracia, vida y libertad.

La idea, en esta misión imposible, era hacer un gran alboroto y que todo terminara lo más rápido posible. Que no quedara huella de que el Dragón era la muerte. Y decir que parecían una tribu confiable, que cada día se acercaba más a las familias del reino.

“Quiero su brazo”, fue una de las primeras frases del Dragón, muy aplaudida por su facción.

“Por qué no querrá su propia aleta”, soñaba el niño en su realidad, cierta noche. Nunca le dio mayor importancia.

“Tiene que enseñarle a volar”, insistían amenazantes los sirvientes del Dragón de la Muerte.

Así se encontraron por primera vez, en cierta reunión cortés. Todos vieron como el niño negó intuitivamente al crío dragón que daba sus primeros pasos. El niño se asentó en un gran sofá con las piernas cruzadas, la mayoría del tiempo. Causó una leve sorpresa, no parecía nada importante, pero la verdad es que nadie conocía las maquinaciones pérfidas que se estaban extendiendo entre las familias.



***


(Una década después).

“Tenemos que drenarlo un poco... El Dragón de la Muerte se queda sin realidad”, decidía la Bruja de la Muerte.

“¿Y cuándo le ganará de una vez por todas? Con ese ojo, qué no podrá. Además, el Dragón de la Muerte quiere ser Tarzán. Ay, mi niño.” le contestó una de las tantas jóvenes, que tenía los dos brazos blancos cruzados. Había vuelto hace poco de un viaje a una madriguera de poder.

“Já já, veo que aún no entiendes nuestra casta…” dijo peñizcándole un brazo. "Nos salió duro... aún no nos creen y él aún está vivo... Já já"



08 / 2023.