Me encanta decir que tengo cincuenta porque siento que es una edad maravillosa y en retrospectiva, puedo asegurar que he vivido plenamente cada uno de mis años. Me he equivocado, ¡claro! pero entiendo que los desaciertos, en ocasiones, me han llevado al aprendizaje y tengo la certeza de que en cada paso hice lo mejor que pude con las herramientas que tenía en ese instante y bajo el contexto único de aquel momento, en consecuencia, no tengo arrepentimientos.

En la mampara del club de los cincuenta, siento una profunda compasión por aquellos que perciben el paso de los años de una manera negativa o se refieren a una persona de edad avanzada de forma despectiva o condescendiente, porque aquello quiere decir que están disconformes con su propia vida y no han logrado quererse, aceptarse o sentirse satisfechos, además de no entender que, muchas veces, el paso de los años trae consigo sabiduría.

Hoy abrazo mi decisión de guardar silencio toda vez que no tenga algo positivo que decir, sin embargo, sé que hay cosas que no se pueden callar… es que con el paso del tiempo he tomado consciencia de que ¡hay tantas formas amorosas de hacer acotaciones sin incomodar al otro! y me resulta evidente que una persona educada, jamás hace sentir mal al de al lado de manera gratuita, ergo, valoro la amabilidad tanto como la importancia de decir “por favor” y “gracias”; de mirar el vaso medio lleno, porque el vacío no sirve; de no hacerme cargo de las quejas de los otros pues contaminan el espacio y amo los espacios con aire limpio.

Fui y soy la que se pone calcetines diferentes y a ratos anda media despeinada; la que si desea cortarse el cabello y el peluquero está de vacaciones, agarra unas tijeras y lo hace ella misma; la que jamás se ha teñido porque le da fiaca; la que sabe que uno de sus grandes encantos es participar de una conversación o contar una anécdota y ¡cuánto disfruto contar anécdotas!.; soy la que ama a sus amigas y no existe nada que no hiciera por ellas… la misma que disfruta de cada aquelarre porque cuando las amigas de la vida se encuentran, se crea una sinergia sublime que en un momento se llama risa, en otro, llanto o confesiones, remembranzas o cariño, de ese cariño sano en el que todo está permitido porque cada una es como es y de esa manera las otras la reconocen y la aman, con luces y sombras, aciertos y desaciertos.

Soy la que llora en la ducha y al salir del agua, se pone crema en todo cuerpo, se perfuma y sale al mundo con una sonrisa en el rostro.

Soy aquella que cuando le tocan la bocina, saca el brazo por la ventana y saluda, la misma que en un embotellamiento hace morisquetas al niño que va aburrido en el auto de adelante; la que saluda al conductor del lado que va enojado, la que sabe que un embotellamiento es el momento perfecto para escuchar una buena música y cantar, cantar desde el alma.