Amaranta era conocida por su presencia constante en la bodega de abarrotes y verdulería que atendía. Día tras día, se la veía apoyada en su congeladora, sumida en pensamientos. Aunque las ventas iban bien y la tienda prosperaba, un día un virus entró en su cuerpo, el virus del inconformismo, aquel maldito virus que te destruye y te anula.
Poco a poco, iba espantando a la gente de su tienda. Primero fue su novio, Nico. Él fue a verla y ella le dijo directamente al bello rostro de su novio: "Anda calibrando, colibrí". Él no entendió, pero se fue volando como un colibrí.
Su amigo entrañable, Don Horacio, fue a hablar con ella y Amaranta le dijo: "Te mataré, viejo maldito". Así, Don Horacio decidió ir a comprar a otra tienda.
Algo extraño pasaba en el cuerpo de Amaranta, ya que no dejaba de rascarse el trasero todo el maldito día y repetía palabras que nadie entendía, constantemente hablando de los extraterrestres.
Un día, se rascó tan fuerte el trasero que se hizo una herida que sangraba profusamente, y su pantalón blanco de seda se manchó todo, pero a ella no le importó.
La tienda quebró y ahora se le ve a Amaranta de vez en cuando caminando por las calles de esta ciudad, siempre con la mano en el trasero, repitiendo una y otra vez: "Fueron Rodolfo y Simón, fueron Rodolfo y Simón".
Con el tiempo, recordaba a la gente con la que se quedaba tomando con Rodolfo y Simón hasta tarde, mucho alcohol, hasta que un día dejó de hablarles y comenzó toda esta historia... Fueron Rodolfo y Simón... Fueron ellos. |