EL DISTRAÍDO
Soy por lo general muy distraído.
Por ejemplo, me distraen las aves que de pronto, y sin previo aviso, se echan a volar. ¿Qué las habrá impulsado a partir? ¿Una tarea pendiente, una cita amorosa, un llamado del viento? Ellas, al igual que nosotros, tienen una agenda diaria y una vida propia que no conocemos y muy poco nos interesa entender. Poseen una familia, tienen deberes, atienden necesidades propias, resuelven problemas y, de seguro, padecen de accidentes normales al chocar con ventanales (muros invisibles que de golpe los detienen), al caer de una rama débil, al comer alguna semilla extraña o al beber de aguas estancadas.
Me conmueve su fragilidad y al mismo tiempo su fortaleza. Sobreviven en un mundo caótico para ellas donde cada vez hay menos árboles, menos agua y menos naturaleza a su alrededor.
A pesar de ello cantan y con su gracia engalanan el paisaje. Nos enseñan que a pesar de las dificultades no dejan de ir ni de venir. Se les ve felices, inquietas, juguetonas y despiertas. Al menor indicio de peligro levantan el vuelo y se alejan, así después regresen, pues el hábitat que han creado de nuevo los llama.
Qué maravillosas son las aves. Son espíritus libres que desde que nacen saben bien lo que deben hacer. Nadie les enseña a volar, a buscar alimento, a guarecerse de la lluvia, a cubrirse del frío o del sol canicular. Saben construir nidos y cuidar de una familia. Saben cantar y saben compartir su espacio con otros, sean de la especie que sean (aunque creo que con los gatos no se llevan bien). Viven la vida sin preocuparse por el ayer ni por lo que vendrá mañana. El instante es su tiempo y lo aprovechan bien. No les sobra ni les faltan horas a sus días. No se distraen como yo, en cosas que los humanos somos especialistas: en amargarnos por lo que no tenemos, en angustiarnos por lo que pasará mañana y en entristecernos por lo que sucedió ayer.
No hay duda de que las aves son seres superiores que no se apegan a nada ni a nadie. Nos enseñan que la vida es un vuelo corto entre una rama y otra y que mientras vuelan no piensan en nada distinto que no sea batir sus alas sincronizadamente según se les oponga el viento. Ellas no se distraen. No malgastan su tiempo en hacer nada que no corresponda con su instinto natural. Ellas viven con una única consigna: vivir el presente sin esperar a que el tiempo vuele…
P.D:
(Tenía que estudiar y me distraje escribiendo, ahora tendré que volar si quiero pasar el examen)
INVITACIÓN
Los pájaros hablan
Las nubes hablan
La lluvia habla
El viento habla
El mar y los ríos hablan
Las estrellas y los planetas hablan
La tierra y el sol hablan
El silencio habla
El universo y todas las cosas hablan...
¡Escúchalos!
Enero 2 de 2025
GerCardona. Bogotá-Colombia.
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