Estaba atrabancado en una brecha entre la viga de madera y el techo de zinc,
luchando por entrar a la casa a eso de las dos de la mañana,
el traje de Santa le quedaba estrecho, rebozándole la panza que había formado en el extranjero,
y el rojo había desteñido,
manchando la parte blanca del viejo traje hecho en china.

Le había prometido a su sobrino que cuando regresara del norte le daría una grata sorpresa,
el pequeño no llegaba a los seis años y nunca había pesado veinte libras,
por causa de la leucemia que lo tenía sentenciado a muerte,
sin el cometer ningún delito.

Era quizás la última navidad del pequeño Jesús,
según decían las malas lenguas,
del barrio: Los Tímidos.

El pequeño se veía muy delgado, como nunca,
y el tío Noe al enterarse decidió regresar a su media isla,
para cumplir con su promesa,
y así sorprender a su único sobrino, con muchísimos obsequios.

Cuando Noe logró escapar,
de los filosos clavos que los sujetaban por el traje,
en el techo de la casa,
cayó estrepitosamente encima de una mesa,
haciendo tremendo alboroto y despertando a todos en el hogar,
nadie sabía que llegaría esa noche,
y mucho menos como un ladrón,
y vestido de tal forma,
con una barba larga blanca,
y una panza que parecía de trapos, con un saco en el hombro que le chorreaba toda la espalda.

Cuando el pequeño Jesús lo vio con sus ojitos empañados,
estalló de alegría gritando a todo pulmón: ¡llegó Santa!,¡llegó Santa!, ¡llegó Santa!,
por fin se acordó de mí, y leyó mis cartas.

El tío se llenó de emoción, engrifándosele los pelos al ver la reacción de su sobrino,
y con voz burlona imitando a Santa, saludó a todos deseándoles feliz navidad,
mientras buscaba con la vista el arbolito,
para colocar los regalos que llevaba en el saco,
y concluir su misión.

El niño se dio cuenta de la búsqueda de Santa,
y entristeció a sabiendas que no existía tal árbol,
y pensó que Santa no dejaría los regalos,
por falta del arbolito de navidad,
y que lo llevaría como siempre,
a los niños de padres ricos,
donde sí hay arbolitos.

El tío Noe fue enfocado por la tristeza que arropó al niño Jesús,
y trató de remediar la situación diciendo:
-No te preocupes mi pequeño, que ahora mismo saldré y cortaré un árbol bien hermoso, lo traeré y así colocaré tus regalos.

El niño se angustió aún mucho más,
y con la voz entrecortada respondió:
-En este barrio nadie tiene arbolito de navidad, ¿entonces Santa va a deforestar todo este lugar para poder entregar los regalos a todos los niños del barrio?
Santa se rascó la cabeza, se acarició la panza y se arregló la barba y solo pudo decir:

-jo, jo, jo, jo, jo, feliz navidad para todos y próspero año nuevo…
FIN

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