Todos sumergimos, alguna que otra vez, o quizás muy de vez en cuando, nuestra pequeña alma desbordante de emociones en tristezas de viejas despedidas, sueños frustrados y trenes no tomados. Sin embargo, no perdemos la gracia ni el pequeño placer de experimentar un sentimiento intenso, que nos lleva a reflexionar sobre los detalles de nuestras vidas y a recordar cosas olvidadas, escondidas en lo incierto de nuestra memoria.

Tomamos estos momentos como parte de lo sencillo, sin hundir demasiado el alma para no ahogarnos y evitar descubrir la curita de alguna vieja herida. Retornamos sin ningún rasguño, solo con las nostalgias en nuestras narices (que nos hacen más humanos), a nuestra vida cotidiana, a nuestro hoy eterno.

Mírame, ¿qué es lo que ves? Porque yo no distingo nada dentro de mí. Solo percibo maldad y tristeza que afectan tu belleza interna y tus profundos sentimientos. No te vayas, amor, te lo pido. Solo déjame sentir tus manos y tu respiración dentro de mí otra vez.

Veo oscuridad y veo luz, pero sé que yo no soy la luz que necesitas para embellecer y curar tu alma. Y en mi tristeza romperé en llanto por mi alma abandonada por un alma perfecta... la tuya.