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Inicio / Cuenteros Locales / gpalm1990 / La Búsqueda de Lucas

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Después de un largo día de clases, Lucas caminaba de regreso a casa, sintiéndose agotado. Aunque obtenía buenos resultados académicos, la rutina escolar le resultaba interminable y aburrida. A los ojos de la mayoría de la gente, su vida era simple y ordinaria. Sin embargo, dentro de su mente, Lucas vivía aventuras propias de un cuento fantástico, soñando con mundos más allá de lo cotidiano.

Residente en la casa de su tío, Lucas compartía su día a día con tres primos: Valeria, una joven de 18 años con aspiraciones artísticas; Sofía, una niña de 10 años llena de energía y curiosidad; y Nicolás, su compañero inseparable de 14 años, conocido como "Nick". Aunque a veces sentía que su vida estaba llena de complicaciones, Lucas la apreciaba con todas sus peculiaridades y momentos únicos.

-¡Lucas! ¿Por qué llegaste tan tarde? -gritó Sofía con su voz aguda-. ¡Papá te va a castigar!

Lucas levantó la vista hacia el cielo, como si allí pudiera encontrar una respuesta que justificara su retraso.

-Tranquila, le diré que me quedé un poco más en la escuela -respondió con calma, intentando disimular su nerviosismo.

Al cruzar la puerta, trataba de mantener su compostura, pero sus piernas temblaban como gelatina, traicionando su intento de parecer tranquilo.

-¡LUCAS! -retumbó la voz de su tío, tan fuerte que Lucas dudó entre quedarse quieto o salir corriendo.

-¿Sí, tío? -respondió Lucas, con la mirada fija en el suelo, buscando una salida invisible de la situación.

-¿Qué hora crees que es? ¡Mírame cuando te hablo! -le increpó su tío, un hombre alto con una barba que le daba un aire severo y autoritario.

-Es que me quedé un rato más con mis amigos, ya ves que el club lo requiere -intentó excusarse Lucas, esquivando la intensa mirada de su tío.

-No me importa si estabas salvando al mundo con Chuck Norris. En esta casa hay reglas y horarios, y si no los cumples, tu mesada se verá afectada -le advirtió el tío, moviendo el dedo índice de manera autoritaria.

-No volverá a pasar -respondió Lucas, bajando la cabeza con remordimiento.

-Antes no eras así. Ayudabas en la casa, te preocupabas por tu madre, trabajabas duro y tenías una mente muy madura. Tus notas eran el orgullo de tu madre. Pero ahora, ni ayudas en la casa, tus notas han caído y te la pasas en la computadora. Espero que cuando regreses con tu madre, te comportes mejor. Al menos por ella -concluyó su tío, retirándose a su habitación.

Lucas se quedó perplejo, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar.

-¿Diferente? Qué ironía. Siempre he querido ser distinto, ayudar a los demás y ser el mejor para poder hacerlo. Pero no recuerdo haber sido así. Mi infancia parece comenzar a los 9 años, no tengo muchos recuerdos de antes -pensaba Lucas mientras alguien tocaba su puerta y entraba con sigilo.

-¿Puedo pasar? -preguntó una joven de aspecto amigable que se infiltró rápidamente en su habitación y se sentó en la cama del muchacho.

-¡Ya has pasado! Por cierto, ¿cómo has entrado? Mi tío no dejaría pasar a nadie después de la regañiza que me dio... -se detuvo lentamente y dejó de hablar, pensando que ella no debía saber lo sucedido.

Ella era su mejor amiga, por no decir la única. Su nombre era Ana y era su amiga porque pensaba y comprendía algunas cosas que el joven Lucas pensaba, a diferencia del resto de sus amigos.

-Tu hermana me ha dejado entrar... -miraba el piso aquella joven de una forma tan peculiar como Lucas- y he escuchado algunas de las cosas que discutían, aunque no fuera mi intención... -su voz se fue desvaneciendo en el aire hasta que en la habitación hubo una calma aterradora. La chica paseó sus ojos por aquella habitación; no era la primera vez que se infiltraba allí, pues vivían cerca y a ella no le agradaba estar en casa sola. Muchas veces ella se quedaba horas platicando o jugando dentro de esa habitación, pero en ese instante parecía algo completamente extraño para ella. No reconocía ningún rincón de la misma y se preguntaba si allí es donde vivieron miles de aventuras juntos. Tal vez se debía a que en esos instantes Lucas no era tan hiperactivo e infantil como siempre.

-¡Escapemos! -de pronto una voz rompió aquel cruel silencio que nublaba la habitación. Era Lucas, que más que nunca tenía fuego en los ojos, decidido a hacer la diferencia hoy más que nunca.

-¿De qué hablas? -preguntó intrigada Ana.

-Este mundo ya no es suficiente para mí. Yo no soy la persona que fui, ni seré la persona que soy. Haremos una búsqueda, de aquellas mentes perdidas, aquellas mentes que dejaron de ser y se transformaron en algo que no deseaban... -de pronto el joven Lucas hizo una pausa y continuó- ¿En qué estoy pensando? Solo somos dos jóvenes de 14 años, solo somos mentes ordinarias. ¿Qué haremos? ¿Entrar a internet? Hmmm... si ni siquiera pude encontrar a mi padre. -el joven dio media vuelta y aquella energía que usó para dar aquel gran discurso desapareció, se recostó sobre la cama.

-¿Y cuándo nos vamos? -de la nada, Ana dijo decididamente aquellas palabras proféticas que cambiarían el destino de ambas vidas, o ¿es acaso que ese mismo sea su destino?

-El próximo fin de semana. Saldremos con la excusa de viaje de campo, diremos a tu tío que te quedarás en mi casa después del viaje hasta el domingo por la tarde y tendremos todo arreglado. Así que prepárate. Primero encontraremos a tu padre y él nos ayudará en la búsqueda que propones. Así que espero no me decepciones. Tengo mucha fe en ti.

Con estas palabras, salió decidida de la casa aquella joven que no había duda de por qué era amiga de Lucas. Siempre impresionaba a Lucas con sus actos completamente decididos y planeados de una forma poco habitual.

-¿Y bien? -preguntó alzando la pluma el doctor Ortega.

-Nada... solo me quedé discutiendo un momento conmigo mismo mientras recuerdo aquella búsqueda -respondió Lucas, perdiendo la mirada en un extraño cuadro en el consultorio de orientación escolar.

-Me refiero a qué pasó en tu búsqueda... ¿lo encontraste en un fin de semana? -preguntó intrigado Ortega.

-Por supuesto que no. ¿Cree que nos fugaríamos de casa sin un plan o sin saber a dónde ir? Estoy loco, pero no pondría en peligro a Ana. Ya sabíamos más o menos dónde trabajaba. Mi padre es biólogo marino, eso me lo dijo mi madre. Y tenemos un amigo en el centro de la ciudad que nos ayudaría a encontrar esa compañía.

-¿Crees que todavía viva allí? -preguntó Ana mientras observaba el paisaje desde el autobús en el que viajaban.

-¿Javi? Claro, esa casa es solo de él y su hermano. Su hermano pronto se irá, así que la casa será completamente de él y le durará un buen rato -respondió Lucas, un poco preocupado, aunque tratara de esconderlo. Ana lo sabía perfectamente.

-¿Qué piensas de él? -preguntó Ana, tratando de encontrar los ojos del chico.

-¿De quién? ¿De Javi? Jajaja, es un chavo muy alegre que se deja influenciar fácilmente por todos. ¿No te acuerdas? Estuvimos juntos en la secundaria -respondió rápidamente Lucas, tratando de ocultar su preocupación con una sonrisa que le era costumbre.

-No, me refiero a tu padre. Es la primera vez que lo verás, aunque siempre supiste que estaba allí.

-No nos desviemos del tema. Solo iremos con él porque es la única persona cuyas probabilidades de que piense como yo son existentes. Me negó cuando nací y no lo reconoceré como padre ahora, pero tal vez esta sensación de cambiar al mundo y el sentimiento de ser la diferencia sean heredados.

-¡Ja! No me subestimes. Soy más fuerte de lo que aparento. Solo estoy preocupado por mi tío. ¡Si no regreso, me matará!

Llegaron con su amigo Javi, quien los guió hasta la empresa en pro del ambiente llamada "Cofeesbio" - Comisión Federal para el Estudio de la Biodiversidad.

-¿Aquí es? -preguntó extrañada Ana.

Sin responder, Javi se quedó apoyado en una pared del enorme edificio mientras Lucas entraba como si fuera el dueño de la empresa. Se colocó unos lentes morados que le hacían sentir como si tuviera el control total de lo que le rodeaba y preguntó por el hombre que tapizaba su mente. ¿Cómo será? ¿Cómo verá al mundo? ¿Tiene familia? Miles de preguntas rondaban por su mente cuando le dijeron la ubicación. Lucas lo pensó Lucas lo pensó dos veces antes de entrar a la habitación, pero finalmente, gracias a sus gafas moradas, tuvo el valor y tocó la puerta.

Aquel hombre estaba detrás de un gran escritorio, y las columnas de papeles no permitían verle la cara.

-Con permiso... -dijo Lucas con una voz temblorosa. La persona que le había abandonado estaba frente a él y no estaba seguro de qué hacer.

-¿Quién te dejó entrar? Les he dicho un millón de veces que no me molesten mientras trabajo -se detuvo un momento y mostró una sonrisa nostálgica, luego continuó-. Me quitan mi inspiración... Y ¿qué quieres, muchacho?

-Estoy buscando a una persona y sospecho que es usted -dijo tartamudeando.

-¿Y bien? ¿A quién buscas?

El muchacho se quitó las gafas y observó los ojos de aquel señor. No estaba tan viejo, pero sus ojos mostraban un gran cansancio y tristeza. Examinó cuidadosamente a aquel sujeto y vio que tenía pinta de científico loco, pero su traje lo delataba como empresario.

-A mi padre -contestó Lucas-. Mi padre me abandonó antes de nacer y por lo que mi madre me ha contado, puede que usted sea mi padre.

-Lamento decirte que no tuve hijos, ni los pienso tener al menos por ahora -dijo el hombre, dando media vuelta y regresando a su escritorio.

-Pero ella me dijo que se llamaba Martín García Moreno, que era biólogo marino y que... me abandonó para terminar sus estudios -terminó la oración casi susurrando, pues esas palabras nunca debieron haber salido de su boca.

-¿Y quién es tu madre? -preguntó el hombre.

-Clara Solis.

-No escucho ese nombre hace mucho. Pero tengo una duda: ¿para qué me buscas ahora? ¿Necesitas dinero? ¿Quieres respuestas? ¿O qué? -preguntó, con algo de curiosidad.

Lucas se sentó en una pequeña silla que encontró y dijo:

-Porque necesito saber que no soy el único.

Un silencio incómodo se adueñó del cuarto y Martín tragó saliva.

-Y porque ahora mismo estoy haciendo una búsqueda. Quiero entender por qué la gente no es la misma que solía ser.

-¿Pero es que acaso no quieres pedirme nada más? -insistió Martín.

-Por supuesto, si no, no habría tenido caso venir hasta aquí. Necesito que me ayude a buscar a las personas que conozca y que me contacte con alguien que vea el mundo de una forma completamente diferente, alguien que... -Lucas fue bruscamente interrumpido por su padre, Martín.

-Pero me refiero a si no deseas saber nada de por qué te dejé o por qué no regresé o algo así.

Lucas se levantó y se puso las gafas.

-No es necesario preguntar, pues no sé cómo hacerlo sin decir algo indebido. Aún más importante es si nos vas a ayudar, ¿Martín?

Martín se puso de pie, sacó de su bolsillo unas gafas similares a las de Lucas, solo que azules, se las puso y dijo:

-Claro, pero con una condición: quiero que me cuentes todo acerca de ti, qué has hecho de tu vida, cómo está tu madre, cuántas novias has tenido y cosas así. Puedes llamarme Martín, ya que no creo que quieras llamarme padre, y lo respeto.

-¿Contarte mis recuerdos? Está bien, pero necesitamos quedarnos aquí en el centro el fin de semana entero y necesitamos comer y eso... ¿te harás cargo?

-¿Necesitamos? -preguntó extrañado Martín.

-¿Crees acaso que vendría solo a una búsqueda tan grande?

-Por cierto, ¿cuál es tu nombre, joven, o debería decir hijo?

-Es muy tarde para reconocerme como hijo, pero puedes llamarme Lucas.

De pronto sonó el teléfono de Lucas.

-Disculpa, ¿bueno?... ¿qué? ¿pero cuándo? No puede ser, allá voy.

-¿Pasó algo? -preguntó Martín intrigado.

-El padre de Ana ha venido por ella -respondió Lucas, corriendo de la habitación hacia la salida de la empresa.

Martín se quedó solo en la habitación, pensando.

-¿Quién es Ana? ¿Su padre? Esto me preocupa. El rostro de Lucas expresaba miedo. No, eso no era miedo, era la verdadera desesperación...

-Y entonces salí de la empresa. Pero lamentablemente ya no estaba ella -dijo Lucas, su rostro mostrando un gran dolor. Trató de distraerse haciendo una pregunta que había querido hacer durante bastante tiempo.

-Señor Ortega, ¿podría decirme de qué se trata ese cuadro detrás de usted? He pasado mucho tiempo observándolo, pero no le veo ningún sentido.

El doctor Ortega giró para observar el cuadro desde un ángulo pertinente. El cuadro era una vistosa imagen de cuatro pequeños, como de 10 años, jugando cada uno con un caballo de juguete. Los cuatro rodeaban a un quinto niño, un poco más grande que ellos, pero este quinto niño estaba aterrado, cubriéndose la cara con las manos. A simple vista, parecía que lloraba. Los otros cuatro niños con sus caballos de juguete se acercaban al quinto niño, desconcertados por su miedo. Todo esto en el fondo de una ciudad, y lo más desconcertante para Lucas era que los cinco niños se encontraban en medio de una gran avenida muy transitada.

-Pues algunas cosas no tienen una respuesta a simple vista. A veces hay que considerar cada factor de cada circunstancia para después formar un resultado completamente distinto al esperado -dijo con gallardía el doctor Ortega, sacando de su bolsillo un viejo celular para consultar la hora, a pesar de tener un gran reloj de pared frente a él.

Después de decir esto, Lucas se quedó pensando, como si analizara la pintura, aunque en realidad no entendía ni una palabra de lo que había dicho el doctor.

-Yo compré ese cuadro por las variadas deducciones que puedes sacar. Por ejemplo, ¿por qué llora el quinto niño? Podría ser que los otros niños lo molestaban. Entonces, ¿por qué parecen desconcertados ante su sufrimiento? Es posible que los otros cuatro quisieran jugar con él, pero el quinto no lo entendió así y por eso sufre. ¿Y qué tiene que ver la ciudad en el fondo? ¿Por qué los niños están en medio de la avenida? Tal vez eso signifique la poca atención que tienen. Pero bien, no me cambies el tema. Dime, ¿por qué era tan importante que llegara su padre?

-A nadie más le he contado, y ella tampoco a nadie más le ha contado, pero ella tenía demasiados problemas en su casa. Su padre y su madre estaban en constantes conflictos, peleando siempre. Ella necesitaba atención, así que empezó a hacer tonterías en la escuela, pero ni así sus padres le prestaban atención. Su padre era violento y un día golpeó a su madre. Ella no tuvo más opción que irse de casa con su hija y se fueron a la casa de su hermana, la tía de Ana. Poco después, su madre murió y Ana no supo cómo afrontarlo. Cayó en un estado en el que cualquier persona normal habría cedido, pero Ana es muy fuerte y resistió. Yo la conocí entonces y nos hicimos grandes amigos. Después de que su madre murió, su tía no quiso hacerse cargo de ella y la devolvió a su padre. Él había perdido la razón de existir y se lamentaba día a día la muerte de su esposa. Ahora desquita ese odio interno en Ana, tratándola muy mal. Todos los días son un infierno para ella. A veces la golpea, otras veces la insulta tanto que incluso es peor que los golpes. Le he dicho miles de veces que se escape y viva conmigo, pero ella dice que su padre en el fondo la aprecia demasiado porque se parece a su madre. Últimamente, la mayoría de los moretones y golpes de Ana son mi culpa, pues le pido que se quede conmigo un rato más en la escuela o que se escape a mi casa. Cuando su padre lo descubre, la golpea. Eso me enfurece. Su cuerpo está lleno de heridas y moretones, la mayoría en lugares que no se pueden ver a simple vista. No sé qué le pueda pasar la próxima vez que la golpee. ¡Por eso tenía que protegerla! Su padre la humillaba en frente de sus compañeros, pero ella era fuerte. Eso me hacía creer en el mundo, me hacía seguir adelante. Ese día, cuando salí de la empresa y no la encontré, mi corazón se detuvo un momento. La sensación de no poder hacer nada es lo peor que puedes sentir. No, lo peor es saber que pudiste haber hecho algo.

-¿Y qué pasó? -preguntó intrigado el doctor, olvidando por un momento escribir en su libreta.

-Mi padre, Martín, se ofreció a llevarme a la casa de Ana porque estaba muy lejos. Javi, como solo le pedimos que nos llevara a la empresa, se fue a su casa y pidió que le contactáramos por móvil si pasaba algo. Martín se ofreció a hablar con el padre de Ana, pero yo sabía que ya era inútil. Ella ya me había contado que se iban a mudar. Por eso aceptó ayudarme en esta búsqueda, para tener una aventura más antes de separarnos. Cuando llegamos a su casa, estaba vacía. Al parecer, se iban a mudar desde el día anterior, pero su hija no estaba. Una de mis primas, que escuchó toda nuestra conversación sobre cómo nos iríamos a buscar a mi padre, le dijo todo y fue tras ella.

Lucas empezó a lagrimear y sacó de su bolsillo unas viejas gafas moradas y se las puso.

-Esa fue la última vez que la vi. Sé que yo no le era de gran ayuda, pero al menos tenía una persona en quien apoyarse para los abusos de su padre.

El silencio fue opacado por los sollozos de Lucas. Después, soltó una risa burlona.

-Lamentablemente, mi prima también le dijo a mi tío, y este a mi madre. Así que le dije a Martín que me dejara en mi casa y que volviera por la noche. Cuando estuve en casa, recibí un gran regaño de parte de mi tío, pero ya estoy acostumbrado. Como era de esperar, mi madre venía en camino. Ella vivía a 10 horas, pero aun así venía a verme solo cuando estaba en problemas.

-¿Por qué tu madre no vivía contigo? -preguntó Ortega, interrumpiendo al muchacho.

-Ahh, bueno, mis padres también eran muy conflictivos y...

De nuevo, Ortega interrumpió.

-¿Pero no dices que no conocías a tu padre?

-Sí, pero cuando tenía 5 años, mi madre conoció a lo que ahora es mi padrastro. Aunque no se llevaban muy bien, por la necesidad de dinero, mi madre nunca lo dejó. Mi padre era muy violento, golpeaba a mi madre muy seguido, pero nunca me golpeó a mí. Después de varios sucesos, mi padre dejó de golpearla, aunque los insultos y peleas siempre estaban presentes. Después tuvieron un hijo, David. Siempre me peleaba con él porque mi padre le daba toda su atención y mi madre me la daba a mí. Un día ocurrió una pelea muy grave; mi padre golpeó gravemente a mi madre. Ella se fue con el pequeño David y yo me quedé solo con mi padrastro, pero me escapé. Eso ocasionó que me enviaran a otro estado, a vivir con mi tío para no causar más problemas entre mis padres. Y así...

-Mmm, ¿por qué pediste a tu padre Martín que volviera en la noche? -interrumpió una vez más Ortega.

-Mira, si quieres que te cuente, ¡déjame hablar! -dijo con enojo Lucas, pues estaba harto de que le interrumpieran-. Ahhh, perdón doctor. ¿Qué me decía?

-No, es culpa mía. Me dejé llevar por la historia y perdí de vista el objetivo académico. Por favor, continúa y dime por qué le dijiste eso a tu padre Martín.

-Ahh, después de que mi madre llegó y tuvimos una discusión entre mi tío, mi madre y yo, decidí decirle a mi madre que me había encontrado con mi padre y todo lo sucedido. Le pedí que me dejara irme con él una semana entera. Como lo suponía, ella dijo que no, así que me hice el enojado y me fui a mi habitación. En la noche llegó Martín y me escapé. Él me ofreció un techo y comida por una semana mientras yo continuaba mi búsqueda.

El doctor Ortega se levantó, sacó de nuevo su celular y vio la hora. Lo guardó y dijo:

-Ya veo, así que le pediste a tu madre ir con tu padre biológico, no por la posibilidad de que te dejara, sino para decirle dónde estabas cuando te escaparas. O sea, que sabías que eso iba a pasar.

-Sí, a veces tomo decisiones acertadas, pero todo tiene un precio. Aunque en ese entonces estaba dispuesto a pagar lo que fuera por mi meta: crear algo que nadie jamás haya creado, hacer algo que nadie haya hecho, ser la diferencia en el mundo. Para hacerlo, necesitaba ser como todos los demás y superarlos. Esta búsqueda empezó hace mucho, pero ese día que me escapé empezó lo que se podría llamar la parte práctica. El resultado de esa búsqueda es el por qué ahora me encuentro aquí. ¿Por qué realicé la búsqueda? Porque cada día que llegaba con mi familia, ya sea con mis padres y mi hermano o mis tíos y mis primos, siempre sentía que no era entendido. Pero como voy a ser entendido y comprendido si ni siquiera yo sé quién soy en realidad. ¿Quién soy? ¿Quién fui? ¿Quién seré? -Se levantó el muchacho y se dirigió a la puerta.

-¿A dónde vas? Aún no me cuentas nada de tu búsqueda -preguntó extrañado el doctor Ortega, levantándose de su silla y acompañando al muchacho.

El joven Lucas se volteó y le dijo:

-Debo ir a clases, pero volveré mañana.

Hubo un pequeño silencio pero esta vez no era incómodo, era un silencio pacífico, aquel que sientes cuando tu alma está en paz.

-¿Sabe por qué he venido con usted, no? –preguntó con una sonrisa Lucas.

-Sí, lo sé -contestó Ortega y vio alejarse a Lucas a su salón de clases. Cerró la puerta y se sentó en una pequeña silla, miró aquel cuadro extraño y sonrió.

-Porque aún no terminas tu búsqueda.



Texto agregado el 15-12-2024, y leído por 67 visitantes. (0 votos)


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