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Inicio / Cuenteros Locales / gpalm1990 / El misterio de Nayaret

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Todos aceptamos sin pensar. La verdad es que nadie le prestó demasiada atención a Nayaret cuando, entre trago y trago, explicaba su extraña idea. Cada cual en su mundo escuchaba a su manera y a nadie le importaba mucho entender lo que decía.

—Bueno, ¿lo hacemos o no? —preguntó Nayaret.

Gabriel la miró confundido y terminó diciendo que sí. Sergio, acabando su cerveza, entre risas dijo:

—Sí… a la mierda… —y apoyando fuerte el vaso contra la mesa, salpicó el cigarrillo que sostenía entre mis dedos. Qué tipo tonto, pensé… sin decir nada. Asentí por último.

Nayaret, que de pronto parecía tener toda la lucidez de la que nosotros carecíamos, se sentó frente a Gabriel. Al verla tan seria, él no pudo evitar una risita nerviosa. Le pidió que se relajara y comenzó a hablarle de unos ejercicios que lo ayudarían a entrar en trance.

Sergio me miraba y hacía muecas tontas que no respondí. Había algo que no me gustaba; él no lo sentía, pero Nayaret estaba rarísima. Mi mente se me escapaba, el efecto no se iba todavía. Traté de concentrarme en las cosas que ella decía… Estaba abstraída del mundo, pronunciando palabras sin sentido. Después empezó con una sucesión de sonidos guturales que no parecían pertenecer a ningún idioma conocido. Mi mirada pasaba de Gabriel, rígido en esa silla, con los ojos perdidos, susurrando cosas inentendibles, a Nayaret, indiferente en su postura de hipnotizadora barata; parecía poseída.

Sergio nos abandonó rápido. Eligió la comodidad del sillón y un capítulo viejo de los Simpsons para terminar su estúpida locura, como siempre. El ritual parecía continuar. Creo que por un momento me perdí en sus sonidos; adormecida, terminé desparramada sobre la mesa, como los chicos que después de comer esperan permiso para retirarse. Él hablaba ahora, me volvía a la realidad. Fuimos juntos al colegio y yo puedo asegurar que jamás aprendió ni siquiera el inglés básico de la primaria. Sin embargo, mantenía con Nayaret una conversación que no estaba a mi alcance. Jamás había escuchado esas palabras; realmente me asusté.

—Loca, ¿qué estás haciendo? Basta, déjense de bromas… vamos a comer algo.

Nada.

—¿Qué les pasa? ¡Basta!

Nada.

La agarré del brazo, para que me mirara, para que me escuchara. Terror, eso fue lo que sentí. No la conocía mucho, fue novia de un amigo, se pelearon, él se fue a vivir a España, ella quedó en el grupo y nunca nadie lo cuestionó. Fue así y ya. Sus ojos se clavaron en los míos, intensos, fríos, raros… no sé si tenía algo diferente en la voz, la verdad es que no podría jurarlo, pero me retumbó en la cabeza…

—No te metas.

Esas fueron sus palabras. Nada grave, nada que no hubiese respondido con una grosería en otra situación. Pero una sensación de pánico me recorrió. Hoy me castigo por el miedo que sentí, por mi cobardía, pero en ese momento ni mi mente ni mi cuerpo me permitieron hacer otra cosa. Y me fui. Y la culpa de dejarlo todavía me tortura.

Jamás vi a Nayaret de nuevo, ella desapareció. Lo raro fue darnos cuenta de que no había un teléfono, una dirección… nada, no había cómo ubicarla. Ninguno de nosotros tenía ningún dato. Ella simplemente aparecía, estaba ahí. Nunca nos preguntamos quién le avisaba de las reuniones o salidas. Al parecer, nunca nadie lo hizo.

Sergio dice que cuando se despertó, no encontró a nadie.

—Me dejaron ahí tirado y se fueron a la mierda.

Gabriel no estaba. No atendía el teléfono, no respondía los mensajes, no salía de la casa, y no te hablaba cuando ibas a verlo, no decía nada. Esperaba en silencio que te fueras. En mi primera y última visita lo vi cansado, parecía enfermo, estaba amarillo y tenía unas ojeras que no podían ser más que señal de días sin dormir. No pasaba nada según él. Quise sacar el tema de esa noche en casa de Sergio y él solo respondió que no se acordaba de nada.

—Estás loco —me dijo cuando le conté su conversación con Nayaret—. Ni siquiera le dio curiosidad. Estábamos completamente locos. Seguro imaginaste cualquier cosa.

Yo sé que no fue así, yo sé lo que vi y lo que escuché. Yo me acuerdo de todo. Nayaret desapareció. Ese día se fue y se lo llevó con ella.

Dos semanas pasaron hasta que a las 4 de la mañana me despertó el teléfono. Sergio del otro lado, me daba la noticia. Gabriel se mató. Nunca más se habló del tema, después de todo, a nadie le importaba lo que pasó esa noche. Él se murió, eso era todo.

Pasaron muchos años pero hoy, en sueños supongo, todavía escucho los sonidos de esa noche, los ojos de Nayaret se clavan en los míos, Gabriel me dice, estábamos completamente locos... Miedo... lo dejo solo de nuevo... y ella se lo lleva...

Texto agregado el 06-12-2024, y leído por 69 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
06-12-2024 Atrapante!! Con la muerte no se juega no hay necesidad de llamarla, aparece cuando quiere y a veces cuando menos se la espera. Saludos. ome
 
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