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Y al instante pensó que si acaso los elefantes fueran reales y en estampida atacaran la prefabricada donde descansa su primogénita, seguramente él se vería obligado a meterles balas en el cerebro; claro está del cariño que siente por esa chica; siendo suficientemente motivo como para no errar ni un disparo.
Pero al volver a la realidad que indica ser todo lo contrario. Pues lo que tiene enfrente se trata de una ofrenda extraordinaria. Comienza a imaginar que desea corresponder los favores de su amiga Naturaleza, con algo que realmente aprecia casi tanto como la integridad física de Susana. Para lo cual se pone hacer cálculos de lo bonito que le quedarían unas monedas pegadas en la frente de cada uno de esas esculturas. Que de inmediato le anuncia a Naturaleza que irá hacer dicha patriada colocando la ornamentación a la altura de donde nace la trompa. Y si el tiempo se lo permite hasta agotar el contenido del tarro.
Más por la idea, su mente a quedado super maravillada por los efecto de una emoción indescriptible; y por lo visto doblemente ayudada por los efectos del cóctel de alcoholes.
Insistiendo en querer darse el gusto en vida de hacer posible esta realidad de invertir en devolver parte del favor con todo el capital que tiene dentro del tarro.
Pasa que al Argentino entender que el planeta es un ser vivo separado de Dios, aunque seguramente, para que negarlo y con ellos llevar la contra, con algún tipo de vínculo estrecho. Pero no obstante concidera que la vida de Naturaleza seguramente debe estar independiente del resto de los otros seres vivos que conforman el universo; que son los demás astros. Pues en la realidad de sus conjeturas calcula que lo que esta ocurriendo se corresponde con una viva expresión de la naturaleza; ya sea de dolor por el bombardeo diario, o porque le agrada conversar con él mismo. Para lo cual apuesta el trasero a ser su amiga Naturaleza, quien ha esculpido el panteón y los elefantes; además de mandar la tortuga en compensación del naufragio. Y el porque se lo adjudica al hecho de ser un hombre modelo de un ideal. No un dios, sino más bien un hombre amante de la paz, dueño de una gran capacidad de incidir en terceros. Pero no obstante insiste en pensar que todo lo que sucede a su alrededor, se da por gracia de las propias sensaciones de la naturaleza, por medio de un discurso sin igual colocado en la realidad en favor de un hombre comprensivo. Que muy probablemente de carácter sufriente sea todo este derroche de expresión existencial; debido a las tantas cosas tremebundas que sufre el medioambiente.
Y precisamente por todo lo que ella le ofrece, él ahora necesita, con sumo agrado, hacer un aporte con su tesoro en apoyar las expresiones más íntimas de su amiga confidente.
Entonces, el valiente Argentino, va por las monedas para darse ese gustazo de llevar adelante la misión que su conciencia le ordena. Por tanto saliendo corriendo en busca del cofre de plástico.
Qué avanza como el conejo detrás de la zanahoria. Qué dispara cómo el ratón que huye del gato; y cómo el gato que escapa del perro sabueso; y cómo el policía que corre detrás del carterista. Como lancha de carrera que va dejando una estela cargada de espuma. Casi como galopando cual la señorita que acaba de llamar; y que por nada se puede quitar de la memoria. Pero que no obstante Argentino piensa que su hija Susana es merecedora de su confianza plena, en contraposicion del llamado farsesco de aquella glamorosa señorita.
Y cuando por fin llega y agarra el cofre, enseguida expresa sentirse como el colibrí frente a la flor dueña del polen. Que luego de mirar como siguen durmiendo las mujeres, regresa al panteón donde lo esperan los elefantes para hacer cumplir con la promesa de vestirlos con algo acorde con su belleza. A cada paso soñando que cuándo llegue, le irá a colocar a sus elefantes queridos una ofrenda para que vayan a lucir esplendorosos.
Así calculando que la tarea le ha de llevar el tarro entero, mas, medio día de trabajo, por lo tanto dudando mucho de llegar a cumplir con todos.
Además de sentirse sumamente preocupado por ser sorprendido por las chicas debiendo explicar la gran aventura vivida con la tortuga y ahora esto último de tan difícil aceptación. Pero en definitiva a quien le importa escatimar esfuerzo en situación tan especial, y en cuanto a explicar dirá sin tapujos lo que ha sucedido.
Y casi llegando, ya habiendo cruzado el salón de arena. Vuelve a pensar en aquel extraño llamado de la video conferencia, diciéndose por lo bajo que no cree haberse enamorado, pero no obstante esa muchacha, de camisón blanco con algo de transparencia, galopando al borde del mar, le hubo parecido un suceso por demás enigmático; casi tanto como si la muchacha fuera una pariente cercana.
Y habiendo llegado a destino, se pone a trabajar en la cuestión de joyería. A viva voz dedicando la acción a su amiga Naturaleza. Excelso ser de lujo comparado con algo tan insignificante como un gestor de trámites. Así mostrando a los paquidermos el tarro negro que trajo, al cual con total seriedad llama cofre. Que resulta ser un tarro, que de origen trae envasado dos kilogramos de polvo vitamínico, donde Argentino guarda las monedas como para preservarlas de la corrosión del tiempo.
Y de paso le cuenta a los elefantes la historia de ese cofre haberlo tenido escondido debajo de la casa. Hasta que la creadora de ellos se fue a expresar con el tremendo temporal y la casa salir flotando. Y también les cuenta, que después lo tuvo qué ir a buscar teniendo que bucear a la altura de la confluencia del Río de la Plata con el propio mar Atlántico. Que por ello lo quiere al pote y lo llama cofre, porque tiene tapa a rosca y las monedas están herméticamente selladas; protegidas cual si estuvieran en la caja de seguridad de un banco.
Y además les enseña, en el sentido de mostrar, que de paso ir a buscar las monedas se vino con un restito de borgoña de Mendoza; al que va a rematar con un largo beso en el pico.
Pues entonces al primer elefante le coloca un Dinar de oro en el medio de la frente. Que como había pensado con delicadeza se lo aplica de manera superficial. Moneda de enorme valor, perteneciente a los imperios islámicos medievales.
Y así inicia la misión de embellecer aún más esta larga fila de increíbles paquidermos de arena. Trabajando en serie, siempre lo mismo de ir tomando al azar monedas del tarro, y una a una, prolijamente, hundiéndoselas en las frente.
Un San Jorge victorioso de Rusia para el décimo. Chervonets también, de Rusia para el undécimo. Con sucesivamente, Vreneli Suiza, para el siguiente; que hunde en su agraciada frente con pasión controlada y delicadeza. De paso reparando en lo bonitos que están quedando.
Que se siente que se eleva al cielo en plegaria por la felicidad de ser galardonado con esta gratísima posibilidad de agregar un bello aporte para el alma del planeta Tierra.
Soberano del Reino Unido, con antiguo valor de una libra esterlina, para el elefante número veinte. Y así con fuerza de voluntad avanza pegando monedas tras monedas; montado en enorme entusiasmo bajo los rayos del sol de ya entrada la mañanita.
Cada tanto saludando al sol, prometiendo trabajar hasta morir de cansancio.
Ocurriendo de raro, que mientras coloca moneda tras moneda, comienza a sonar una música; ayudada del viento. Donde él, mientras la degusta con los oídos, suma un enérgico tarareando. Conmovido de apreciar la tanta belleza descomunal, dedicada para todo los sentidos. Que hasta el río Salado y sus alrededores parecieran quedar atónitos. Siendo que cuánto mas monedas adhiere, a las robustas frentes, más imponente se escucha la dichosa música.
Cuando de pronto se acuerda del aparato celular y suelta el tarro comenzando a revolver en el bagayo.
Que mientras tanto observa cómo por gracia del sol las monedas lucen cuál faros delanteros de motocicletas de alta gama. Y así es que encuentra lo que con desesperación busca, mientras la música sigue sonando. Y hete aquí, que resulta ser que el celular está por todo concepto apagado. Para lo cual Argentino deja caer sus hombros y piensa en la tanta pasión de Naturaleza por el amor al mundo; que brinda obras de arte sin importarle dedicar su talento a un solo espectador.
Encima el cielo rosado bestido de nubes de terciopelo que hacen temblar de emoción el corazón de Argentino. Que a esta altua de los acontecimientos se siente el mejor de los vagabundos, entre un cielo delicado cargado de finos nubarrones, que obedientes van pasando por encima del panteón griego y los elefantes, de paso descargando una garúa excepcional, que le aviva los deseos de llorar cómo para evitar un trance de demencia senil.
Entonces, por todo lo que sucede de metafísico, Argentino extrae de su mente una conclusión que tiene que ver con que a su parecer los dioses del Olimpo (todos en un paquete menos Zeus) vendrían a ser su propia amiga Naturaleza, con su prisma en acción haciendo ver sus diferentes caras; cómo cualquier persona que por la mañana está extrovertida en su fiesta de boda y por la noche super tímida ante el primer encuentro amoroso. Que en definitiva, la vapuleada naturaleza reacciona como puede, ante la acometida del incisivo depredador. Pues sí hay algo que nadie puede negar, es que son los propios humanos los responsables de las permanentes agresiones que el planeta recibe.
Para finalmente, en el fragor de la faena, Argentino, rememorar aquellas vacas sueltas de la India, conviviendo en paz junto con los habitantes; además acompañando el hecho de evocar, tarareando una letra improvisada que en el relato lo describe adornando elefantes sagrados como bovinos del Ganges recibiendo mimos; a la vez de ir formulando una promesa que tiene que ver conque para antes del mediodía toda la manada ha de lucir de gala para recibir con alegría la reacción, o respuesta, de la amada Naturaleza. Que sí entre los dientes tuviera oro también se lo pondría a las gigantes bestias. De inmediato imaginando que todo lo contrario a un pétalo de alcaucil es una oreja de elefante; y con una moneda de oro en la frente del paquidermos número treinta y nueve, invita a Dios a regocijarse junto con él de ir haciendo posible su tributo hacia Naturaleza. Además haciendo puro alarde de en vez de vulgares monedas de estaño o plomo, estar colocando oro puro de un montón de quilates. De inmediato haciendo votos para que los bellos elefantes se mantengan eximidos de la corrosión del tiempo; así para cuando pasen muchos años, ellos, juntos con el panteón, seguir intactos camino a la eternidad. Y así continúa sacando cuentas de la noche verse aumentada de pequeñas estrellas que son esas medallas que coloca; y que jamás se han de apagar.
Que cómo el campesino que arroja maíz a sus gallinas, del color del sol y del sabor de la buena vida, Argentino no para de adornar la larga fila, orgulloso de percibirse ganador de los nuevos tiempos, con el orgullo azulado de tanto mar y tanto cielo. Que en estos precisos momentos, sus ojos, reflejan la luz del oro, la del mar, y la del cielo; de asimismo el gris de la prefabricada. Embriagado de emoción y de alcohol de diferentes bebidas, mira hacia el final de la fila, no encontrando un límite para satisfacer la curiosidad de sus pupilas. Que parece seguir como reguero de pólvora hasta llegar a la mismísima carretera. Pero igualmente se siente satisfecho de hasta al momento tener el tarro descendiendo en función de algo sublime. Con gran seriedad, a modo de agradecimiento, cual si los elefantes lo pudieran escuchar, felicitarlos de haberse portado fenómeno, con relación a la conducta allí quietecitos sin quejarse de dolor de cabeza alguno. Agregando que siempre a esta hora se encuentra en el banco, o en las oficinas del registro del automotor, serio cumpliendo con el deber de hacer bien las cosas, pero en cambio hoy, se sabe libre como un águila en la propia cordillera de lo Andes. Qué ha podido darle rienda suelta a la creatividad del alma en explayarse a su antojo.
Pero no obstante el entusiasmo, repara en las precipitaciones que continúan amenazado, asegurando que de largarse a llover en serio, sería un verdadero problema pues los elefantes tenderían a debilitarse. Escuchando lejanos truenos de los cuales ignora el porqué suceden si el clima venía con tendencia a estar mejor. Lo que lo hace reparar en que aquí también ha llovido de lo lindo, habiendo estado todo inundado igual que en Punta Piedras.
Aunque, sin embargo, se siente satisfecho pese a calcular jamás poder llegar al final de la fila. Siendo que su alegría adquiere la forma de un enorme esplendor, al ir apreciando la obra aunque más no sea concluida en una mínima parte; con lo cual exhala música que cómo humo de un cigarro se funde con el aire de la hermosa bahía. Sintiendo que del tanto trabajo el dedo índice le va quedando acalambrado de hundir monedas en la frente de los bellos elefantes; para nada importando su dolor si lo que cuenta es embellecer lo que es dedicado para Naturaleza.
Pero de pronto observa cómo, estrepitosamente, el elefante al que le acaba de pegar una moneda, de golpe y porrazo, se empieza a desmoronar como toro en la arena de la plaza.
Exigiendo que alguien le explique cómo hacer para aguantar la desazón; que de sentirse un hombre cabal ahora parece una vieja que lleva pollera larga hasta los zapatos; sintiéndose marginado de la posibilidad de llevar un desenvolvimiento magistral.
Preguntando al Cielo qué pasa que ya mismo se caen las esculturas de manera inexplicable. Por tal motivo, asumiendo la decisión de mejor regresar al panteón griego a ver que sucede allí de malo. Donde sin excepción siguen cayendo los elefantes de la misma forma en que aparecieron.
Con a su lado, el pobre Argentino, devastado, que se persigna, exclamando a la estratosfera que sin excusas le explique por qué ha cambiado de opinión en querer destruir su hermosa obra. Mostrando sus mejillas humedas de llorar sin consuelo. Solicitando comprensión de tener que verbalizar el terrible dolor que debe soportar; no pudiendo permanecer indiferente a la tal destrucción. Sin vergüenza echando en cara al inframundo el sufrir tanto hasta adquirir la forma de un centauro, mitad asno y la otra mitad una mariquita que se lamenta sin poder detenerse a pensar el motivo de la decisión de su amiga incondicional. Nuevamente permitiéndose maldecir por la lógica consecuencia de aquí suceder una verdadera tragedia. Además viéndose en la necesidad de pronunciar el lío en voz alta para que Naturaleza lo escuche y se abstenga de destruir el panteón. Por tanto gritando a los cuatro vientos su dolor, sintiendo el cuerpo lleno de arena. Que hasta al alma le ha llegado la larga cordillera de arena.
Además diciendo que aunque todos los elefantes hayan caído formando un sendero interminable, asegura que de inmediato irá a seguir poniendo monedas en el panteón. E incluso promete hacer una cruz de oro; para más luego ponerse a darle millones y millones de palmadas a la edificación para así apelmazar la arena.
Aunque, ocurre de diferente a lo que desea, que un vez llegado al panteón, levanta la cabeza para mirar el techo, y pasa que se le llenan los ojos de arena, no quedando otro remedio que retroceder en dirección hacia la otra salida; pues queda claro que el panteón también se está desmoronando.
Pues entonces mira la casa prefabricada temiendo que se esté hundiendo. Y agradecer al magnánimo que esté flotando, deliciosamente bajo la inercia de una calma lisa como el cutis de Susana.
Sin embargo, se ve obligado a salir corriendo y retroceder. Que en el apuro de la retirada se lleva una mesa de arena de estilo Luis xv por delante. Quedado como un cascarudo que se revuelca patas para arriba. Y así su instinto de conservación, junto con el sexappeal, fueron a parar al mismísimo demonio. Debiendo retroceder como puede, arrastrando el cuerpo como un lagarto en dirección a la salvación. Con encima el aroma del vino que lo retrotrae a estar en una bodega colmada de barriles. Para ya llegando al final del túnel, darse aliento psicológico cómo para tratar de no caer en la desesperación y el pesimismo. Pero aún así, ante la evidencia cruel, le queda la mente inmersa en la más pura devastación, con ideas negativas, impregnado de tristeza y desolación.
Sintiendo deseos de reprochar a su amiga Naturaleza el hecho de ocasionar tamaño derrumbe; aun sin alcanzar a entender el motivo del mismo. Por tanto dándose perfecta cuenta de carecer de la capacidad de entender el futuro. En cuatro patas gateando como un ternero tratando de encontrar la salida. Donde ya nada mantiene su forma original; y todo es puro desmoronamiento.
Finalmente el panteón se fue transformando en un complejo médano de arena limpia. Que quisiera poder tener la capacidad de levantar de nuevo las esculturas, pues se siente mutilado por la arena que fue cubriendo algunas partes de su cuerpo. Qué cómo milanesa, empanado ha quedado desolado y triste. Siendo su cara pura expresión de cansancio y angustia. Con su vestimenta también exhibiendo el material que perfectamente se complementa con la cal y el cemento cómo para construir algo duro.
Y así las aves del lugar baten alas cual si fueran palmas que están aplaudiendo la escena final del panteón y sus elefantes. Y en la mente de Argentino continúa el sonar del desánimo. Pero en el fondo de su corazón sabe reconocer que sólo por la misericordia de Naturaleza es que no pereció aplastado por el panteón griego. De inmediato haciendo la reflexión de seguramente el universo estar compuesto por tantos astros como granos de arena en la manga de su chaqueta. Con lo cual se ordena regresar a la casa aceptando lo sucedido, cómo algo que resulta imposible de denominar con otra palabra que no sea derrota; negándose a renegar con resentimiento por el hecho de ser una decisión de Naturaleza.
Y ya llegando a la prefabricada, cuál si regresase luego de una prisión de veinte años. Con el orgullo desafinado y la bronca como bombo de una comparsa. Por la ruta de la aristocracia va entrando a la Chismosa, tratando de consolarse con la idea de tener una heredera a quién dejar tanta cosa linda. Por cierto con deseos de despertar a las chicas y avisarles que están a salvo; por lo menos éso, pues el resto seguramente será una sonrisa de compromiso. Y así llega con ansiedad de poder descorchar otra botella de champagne; porque seguramente Naturaleza sabe lo que hace y entonces quiero retomar la ruta del optimismo.
Piensa que fue a tratar de abarcar el mundo con la grandeza de un elegido y ahora a quedado arrebatado de la mitad del tesoro, con encima las monedas sepultadas bajo la arena.
Pues entonces, ante la sensación de amargura que le acrecienta la sed, y con apenas sobre la línea de los comisuras una leve máscara que sonríe, Argentino se va convenciendo de mejor dar vuelta la página y ponerse a observar la espesa neblina dando paso a un día agradable, de así poder hacer planes de permanecer hasta el día lunes.
Con más luego el fuego de la salamandra renaciendo con hojarasca nueva. Que va avivando con soplido uniforme afectado de la agitacion que aún conserva, haciendo que las llamas se vean de colores por la fortuna de introducir hojas de los magazines.
Además, está sudado y sucio, pero se prohibe utilizar el agua del tanque. Y entonces así de desprolijo lucha en ahuyentar el humor endiablado que se mete en su persona. Pues quiere conservar a flor de piel el buen caracter que lo caracteriza donde nunca nadie se atreve a querer doblegar esa virtud en sentido contrario. Y sabe que las chicas siguen durmiendo, aunque por momentos duda de si no estarán muertas. Que cómo parte de una recuperación alza la botella para brindar hacia la puerta del dormitorio, por estar todos sanos y a salvo. Agradeciendo a Naturaleza todo los favores, que con ello se siente más que conforme; por todos los medios tratando de meditar antes de maldecir, tranquilizando su carácter resentido otorgando espacio a una nueva fe; bien regada con agua bendita de hacer florecer capullos de optimismo. Porque impregnado de congoja, se reafirma nuevamente en la fe y en la palabra atinada y justa. Diciendo en voz baja, que así como hubieron logrado salir ilesos del bravo océano, ahora todo lo que pasó con el derrumbe, por misericordia, debe dejarse archivado hasta un nuevo comienzo. Pues entonces sobre su rostro la mueca del dolor desaparece saliendo a flote una sonrisa de capitán que supo cruzar de un continente a otro. Con nuevamente sobre su voz el sonido de la fe,que vuelve a dictarle que nunca una sombra lo podrá matar; puesto que lo sucedido es algo circunstancial con relación al naufragio. Que mejor tomarlo así y de última ponerse a vender arena por Internet.
De nuevo pensando en todo lo que hubo ocurrido, consolando al espíritu con saber reconocer que de última ésto reciente que pasó fue una brava experiencia que supo sortear con éxito. Con lo cual la conmoción de a poco se va yendo con cada palabra que pronuncia. Pues entonces mejor opta por dejar de monologar y volver a sonreír con mueca de felicidad total. Por tanto antes de ponerse a maldecir, se dice para sí mismo, que mejor será por un rato callar dando paso al canto. Con ello tomando la guitarra y colocando el instrumento sobre su falda.



Texto agregado el 03-12-2024, y leído por 46 visitantes. (0 votos)


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