10-
Y al instante pensó que si acaso los elefantes fueran reales y en estampida atacaran la prefabricada donde descansa su primogénita, seguramente él se vería obligado a meterles balas en el cerebro; claro está del cariño que siente por esa chica; siendo suficientemente motivo como para no errar ni un disparo.
Pero al volver a la realidad que indica ser todo lo contrario. Pues lo que tiene enfrente se trata de una ofrenda extraordinaria. Comienza a imaginar que desea corresponder los favores de su amiga Naturaleza, con algo que realmente aprecia casi tanto como la integridad física de Susana. Para lo cual se pone hacer cálculos de lo bonito que le quedarían unas monedas pegadas en la frente de cada uno de esas esculturas. Que de inmediato le anuncia a Naturaleza que irá hacer dicha patriada colocando la ornamentación a la altura de donde nace la trompa. Y si el tiempo se lo permite hasta agotar el contenido del tarro.
Más por la idea, su mente a quedado super maravillada por los efecto de una emoción indescriptible; y por lo visto doblemente ayudada por los efectos del cóctel de alcoholes.
Insistiendo en querer darse el gusto en vida de hacer posible esta realidad de invertir en devolver parte del favor con todo el capital que tiene dentro del tarro.
Pasa que al Argentino entender que el planeta es un ser vivo separado de Dios, aunque seguramente, para que negarlo y con ellos llevar la contra, con algún tipo de vínculo estrecho. Pero no obstante concidera que la vida de Naturaleza seguramente debe estar independiente del resto de los otros seres vivos que conforman el universo; que son los demás astros. Pues en la realidad de sus conjeturas calcula que lo que esta ocurriendo se corresponde con una viva expresión de la naturaleza; ya sea de dolor por el bombardeo diario, o porque le agrada conversar con él mismo. Para lo cual apuesta el trasero a ser su amiga Naturaleza, quien ha esculpido el panteón y los elefantes; además de mandar la tortuga en compensación del naufragio. Y el porque se lo adjudica al hecho de ser un hombre modelo de un ideal. No un dios, sino más bien un hombre amante de la paz, dueño de una gran capacidad de incidir en terceros. Pero no obstante insiste en pensar que todo lo que sucede a su alrededor, se da por gracia de las propias sensaciones de la naturaleza, por medio de un discurso sin igual colocado en la realidad en favor de un hombre comprensivo. Que muy probablemente de carácter sufriente sea todo este derroche de expresión existencial; debido a las tantas cosas tremebundas que sufre el medioambiente.
Y precisamente por todo lo que ella le ofrece, él ahora necesita, con sumo agrado, hacer un aporte con su tesoro en apoyar las expresiones más íntimas de su amiga confidente.
Entonces, el valiente Argentino, va por las monedas para darse ese gustazo de llevar adelante la misión que su conciencia le ordena. Por tanto saliendo corriendo en busca del cofre de plástico.
Qué avanza como el conejo detrás de la zanahoria. Qué dispara cómo el ratón que huye del gato; y cómo el gato que escapa del perro sabueso; y cómo el policía que corre detrás del carterista. Como lancha de carrera que va dejando una estela cargada de espuma. Casi como galopando cual la señorita que acaba de llamar; y que por nada se puede quitar de la memoria. Pero que no obstante Argentino piensa que su hija Susana es merecedora de su confianza plena, en contraposicion del llamado farsesco de aquella glamorosa señorita.
Y cuando por fin llega y agarra el cofre, enseguida expresa sentirse como el colibrí frente a la flor dueña del polen. Que luego de mirar como siguen durmiendo las mujeres, regresa al panteón donde lo esperan los elefantes para hacer cumplir con la promesa de vestirlos con algo acorde con su belleza. A cada paso soñando que cuándo llegue, le irá a colocar a sus elefantes queridos una ofrenda para que vayan a lucir esplendorosos.
Así calculando que la tarea le ha de llevar el tarro entero, mas, medio día de trabajo, por lo tanto dudando mucho de llegar a cumplir con todos.
Además de sentirse sumamente preocupado por ser sorprendido por las chicas debiendo explicar la gran aventura vivida con la tortuga y ahora esto último de tan difícil aceptación. Pero en definitiva a quien le importa escatimar esfuerzo en situación tan especial, y en cuanto a explicar dirá sin tapujos lo que ha sucedido.
Y casi llegando, ya habiendo cruzado el salón de arena. Vuelve a pensar en aquel extraño llamado de la video conferencia, diciéndose por lo bajo que no cree haberse enamorado, pero no obstante esa muchacha, de camisón blanco con algo de transparencia, galopando al borde del mar, le hubo parecido un suceso por demás enigmático; casi tanto como si la muchacha fuera una pariente cercana.
Y habiendo llegado a destino, se pone a trabajar en la cuestión de joyería. A viva voz dedicando la acción a su amiga Naturaleza. Excelso ser de lujo comparado con algo tan insignificante como un gestor de trámites. Así mostrando a los paquidermos el tarro negro que trajo, al cual con total seriedad llama cofre. Que resulta ser un tarro, que de origen trae envasado dos kilogramos de polvo vitamínico, donde Argentino guarda las monedas como para preservarlas de la corrosión del tiempo.
Y de paso le cuenta a los elefantes la historia de ese cofre haberlo tenido escondido debajo de la casa. Hasta que la creadora de ellos se fue a expresar con el tremendo temporal y la casa salir flotando. Y también les cuenta, que después lo tuvo qué ir a buscar teniendo que bucear a la altura de la confluencia del Río de la Plata con el propio mar Atlántico. Que por ello lo quiere al pote y lo llama cofre, porque tiene tapa a rosca y las monedas están herméticamente selladas; protegidas cual si estuvieran en la caja de seguridad de un banco.
Y además les enseña, en el sentido de mostrar, que de paso ir a buscar las monedas se vino con un restito de borgoña de Mendoza; al que va a rematar con un largo beso en el pico.
Pues entonces al primer elefante le coloca un Dinar de oro en el medio de la frente. Que como había pensado con delicadeza se lo aplica de manera superficial. Moneda de enorme valor, perteneciente a los imperios islámicos medievales.
Y así inicia la misión de embellecer aún más esta larga fila de increíbles paquidermos de arena. Trabajando en serie, siempre lo mismo de ir tomando al azar monedas del tarro, y una a una, prolijamente, hundiéndoselas en las frente.
Un San Jorge victorioso de Rusia para el décimo. Chervonets también, de Rusia para el undécimo. Con sucesivamente, Vreneli Suiza, para el siguiente; que hunde en su agraciada frente con pasión controlada y delicadeza. De paso reparando en lo bonitos que están quedando.
Que se siente que se eleva al cielo en plegaria por la felicidad de ser galardonado con esta gratísima posibilidad de agregar un bello aporte para el alma del planeta Tierra.
Soberano del Reino Unido, con antiguo valor de una libra esterlina, para el elefante número veinte. Y así con fuerza de voluntad avanza pegando monedas tras monedas; montado en enorme entusiasmo bajo los rayos del sol de ya entrada la mañanita.
Cada tanto saludando al sol, prometiendo trabajar hasta morir de cansancio.
Ocurriendo de raro, que mientras coloca moneda tras moneda, comienza a sonar una música; ayudada del viento. Donde él, mientras la degusta con los oídos, suma un enérgico tarareando. Conmovido de apreciar la tanta belleza descomunal, dedicada para todo los sentidos. Que hasta el río Salado y sus alrededores parecieran quedar atónitos. Siendo que cuánto mas monedas adhiere, a las robustas frentes, más imponente se escucha la dichosa música.
Cuando de pronto se acuerda del aparato celular y suelta el tarro comenzando a revolver en el bagayo.
Que mientras tanto observa cómo por gracia del sol las monedas lucen cuál faros delanteros de motocicletas de alta gama. Y así es que encuentra lo que con desesperación busca, mientras la música sigue sonando. Y hete aquí, que resulta ser que el celular está por todo concepto apagado. Para lo cual Argentino deja caer sus hombros y piensa en la tanta pasión de Naturaleza por el amor al mundo; que brinda obras de arte sin importarle dedicar su talento a un solo espectador.
Encima el cielo rosado bestido de nubes de terciopelo que hacen temblar de emoción el corazón de Argentino. Que a esta altua de los acontecimientos se siente el mejor de los vagabundos, entre un cielo delicado cargado de finos nubarrones, que obedientes van pasando por encima del panteón griego y los elefantes, de paso descargando una garúa excepcional, que le aviva los deseos de llorar cómo para evitar un trance de demencia senil.
|