Hay una historia que sorprende por no haber sucedido, una ficción que sin embargo tiene escenarios reales.
Los personajes son respiraciones anónimas varadas en algún tiempo; las situaciones absurdos desprendidos de una realidad.
La historia ficción en sí, la protagonizan el vacío y el silencio como testigos del paso del tiempo, y el testimonio de este, de que en realidad nada debería cambiar con la violencia de este siglo.
Comienza la historia en una de las habitaciones de un antiguo caserón abandonado desde muchísimo tiempo. Ahí adentro los objetos que no han sido movidos en años por mano alguna, permanecen en su silencio envuelto en olvido.
Sucede entonces que se descubren colores que transitan mañanas, tardes, noches, madrugadas, amaneceres; entre caminos en los que hay diálogos escapados a entendimiento humano. Sucede entonces que las sombras han construido universos en los que apagados soles dan medido calor a los silencios. Sucede que hay voces de los objetos que no se parecen a las nuestras, que más bien tienen características de vibraciones en arcoíris.
La historia no puede ser contada, porque no puede ser decodificada por los egoístas sensores humanos.