Puedo ver
tras apariencias bien cuidadas,
como el dolor
ha convencido a las ilusiones,
como reclama asomándose
tras el brillo apagado
de una mirada,
como exige el descanso anhelado.


Mora al interior del ser.
Se pasea de recuerdo en recuerdo,
intentando habitar
forzosamente la vida.
Una vida que ya le resulta ajena.
Una vida cansada.
Una vida que pesa como cadena.


Sostenida la voluntad
sin razón suficiente,
se aferra al pasar de los días,
queriendo atrapar
con manos torcidas y deformes,
la suavidad del tiempo.
Delicadeza que acaricia
y acompañó el nacimiento.


Y en estos días fríos
de muerte esperada,
de afiebradas pesadillas,
donde la respiración quema.
Donde quema como la vida
atrapada en medio
del bosque ardiente.


¡Cómo poder descolgarme
al interior de sus almas!
¡Cómo dejarme caer
a través de sus lágrimas!
Colocar el consuelo
que trae la calma.
Anunciar la vida
después de la vida.


Susurrar la esperanza
tras los negros ojos tristes
de mirada cansada.
Cuando ni yo mismo
he podido despertar,
del amargo sueño
de noches nubladas.