De mi infancia tengo recuerdos difusos. Poco antes de la muerte de mi padre le oí, ya enfermo, algunos consejos. Un día me dijo, enigmáticamente y fuera de contexto, lo siguiente.
- A ser posible, pocas.
Al principio pensé que se refería a mujeres, pero luego saqué la conclusión de que se refería a hostias. Y no consagradas. Es decir: de las únicas que restan.
También me dijo que "más valía cualquiera que ninguna".
Tampoco tenía demasiado claro a qué se refería. También pensé que a mujeres, pero, otra vez más, estaba equivocado. Se refería- el tiempo me lo enseñó-, en general, a la vida.
O sea: que había que vivir a toda costa. Y que pese a las varias ofertas que se hacían, no había otra( vida).
Si me lo hubiera manifestado de otra forma no lo hubiera comprendido, pero tan sólo hacía referencia al hecho de que aquí no estábamos en tránsito hacia ninguna parte: que este era el fin, la estación "termini", el fin de trayecto, y no el principio de ninguna partida. Lo interesantes que se hacen las metáforas, que, con tal final abierto y libre, te ilustran.
Poco después murió, y con aquel viaje a ninguna parte, me encarriló a mí sobre la vida. |