Mariela Martínez era una joven como cualquier otra, que saco un turno médico para hacerse una chequeo de rutina, nada grave ni urgente, pero siempre necesario. Tras ver la cartilla médica, vio que el único turno disponible era con el Doctor Carlos Quesón, recién recibido en el arte de las ciencias médicas.
“Martínez, Mariela” se escuchó la voz del médico al llamar a la paciente, la mujer entró al consultorio y se encontró con un hombre joven, guapo, apuesto, con pies muy grandes y olorosos, algo que le llamó mucho la atención, pero lo que más le llamó la atención fue la presencia de unos enormes hormas de Queso Gruyere en el consultorio.
“Ja, ja, ja” río Carlos “es un regalo de mis compañeros de la facultad, hoy es mi primer día en esta clínica, y mi apellido es Quesón, me regalaron esos Quesos, que más que Quesos, son Quesones o Quesotes, ja, ja, siendo Carlos Quesón no podía ser de otra manera, ja, ja”.
Mariela sonrió por cortesía y le indicó al médico que deseaba hacerse un chequeo general por simple rutina, Carlos entonces empezó a hacer una serie de recetas médicas, indicando los distintos estudios.
“Por favor Mariela, vamos a hacer una revisión general” indico Carlos “acuéstese en la camilla”.
La paciente obedeció, para su sorpresa, Carlos (que calzaba como 49) se sacó los zapatos, las medias, y quedó descalzo, y en forma inmediata, puso sus enormes y olorosos pies sobre el rostro de Mariela…
“¡Socorro!” gritó Mariela “¡Usted quiere abusar de mí! ¡Es un psicopata! ¡Un violador!”
“No grite, nadie la escuchará” le dijo Carlos “huela mis pies y después opine, a ver si le gusta, si le gusta, seguimos a fondo, si no le gusta, me denuncia, ja, ja”
El olor a Queso de los pies de Carlos era impresionante, intenso y asqueroso, al principio Mariela sintió asco, pero le empezó a gustar, y empezó a olerlos, lamerlos, besarlos y chuparlos, del asco paso al goce y a la satisfacción, le gustaba, le encantaba, y exclamó: “¡Vayamos al fondo, Carlos!”
Carlos la penetró con suavidad y educación, a Mariela le encantó como la pija del médico iba metiéndose en su vagina, luego de haberla chupado con gran énfasis, estaba contenta, eufórica y alegre. Sintió haber alcanzado la felicidad plena.
“Gracias Carlos, por hacerme tan feliz” le dijo Mariela al médico, y la pacienta quedó en la camilla, en un estado de éxtasis, casi como semi drogada.
Permaneció así unos minutos, Carlos logro reponerse y se colocó los guantes negros, agarró un enorme cuchillo, y se acercó a Mariela…
“Te asesinaré Mariela, ir al fondo, era fase 1 jugar con los pies, fase 2 tener sexo, fase 3 asesinarte y fase 4 tirarte un Queso, estamos en la fase 3, estimada paciente…”
“¡Noooooooooooooooooo!” gritó de terror Mariela, pero ya era tarde, con total frialdad y decisión Carlos le clavó el cuchillo en el pecho, la herida fue brutal, pero no fue la única cuchillada, hubo seis o siete más, que dejaron inerte y totalmente ensangrentado el cuerpo de la víctima, Carlos la asesinó de un modo magistral.
“Pasemos a la fase 4” dijo Carlos y agarró el Queso, y lo tiró encima del cadáver de su víctima diciendo en voz alta la palabra “Queso”.
Con total tranquilidad, agarró unas gigantescas bolsas de residuos, y envolvió ahí el cadáver de su víctima, luego lo deposito en un quirófano sucio, oscuro y abandonado que había al lado del consultorio, al cual se accedía desde una puerta interna.
Ya limpio y aseado, el Doctor Carlos Quesón llamó a la siguiente paciente “Jiménez, Jimena”.
Jimena Jiménez entro al consultorio y ya sabemos lo que paso, olió los pies de Carlos, tuvo sexo, fue apuñalada y le tiraron un Queso, luego su cadáver envuelto quedo en el quirófano…
Y así pasaron tres pacientes más “Lorences, Lorena”, “Pérez, Paula” y “Castro, Carina” los nombres de las siguientes víctimas de Carlos, quizás su potencia sexual fue disminuyendo, no lo sabemos, aunque quizás como comía Queso, con cada Queso que Carlos comía renovaba la potencia sexual como si cargara un celular…
El Doctor Carlos Quesón podría haber quedado en los anales de las grandes crónicas médicas por haberse recibido en tiempo récord, pero el quería figurar en las grandes crónicas policiales, y vaya sí lo hizo, siendo recordado como el cruel y sanguinario médico asesino.
Dicen que el mismo se entregó a la policía diciendo “Arrésteme Sargento, y póngame cadenas, si soy un delincuente que me perdone Dios”, y aunque era un cruel asesino, gracias a la legislación progresista y garantista imperante, lo declararon inimputable, y salió como si nada… pero esa es otra historia… y así todos los años se mudaba de país y repetía los asesinatos, la eterna leyenda del Doctor Carlos Quesón.
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