No sabe qué ruta seguir; ni siquiera ahora es capaz de dimensionar lo ocurrido hace unos minutos con Alfredo, su mejor amigo; sin embargo, continúa corriendo. Asaltaron a un grupo de jóvenes con fin de obtener algunas monedas para el vinito de rigor; estaban a orillas del río, y uno de ellos opuso resistencia. “No lo mates”, dijo.

Apenas si ya aparecen los carteles que sectorizan la comuna de Concepción, dejando el puente Llacolén, recuerda el inicio de su enfermiza carrera, luego de empujarlo a las aguas del bío bío.