Antoine siempre había sentido una profunda inquietud en aquella vieja casona familiar. Las noches eran un calvario. Ruidos extraños, susurros y sombras que se deslizaban por las paredes lo mantenían en vilo. Al principio, sus padres atribuyeron sus miedos a una imaginación demasiado vívida, pero con el tiempo, los fenómenos se volvieron tan intensos que incluso ellos comenzaron a dudar de su cordura.
Antoine instaló cámaras en toda la casa para documentar los extraños sucesos. Las grabaciones revelaban sombras que se movían por sí solas, objetos que cambiaban de lugar y una presencia que parecía observarlo constantemente. Aterrorizado, Antoine decidió contarle a su mejor amigo, Thomas, quien, incrédulo al principio, terminó por creerle al ver las pruebas.
Juntos, decidieron investigar a fondo la historia de la casa. Descubrieron que en el sótano había una antigua cripta familiar, sellada desde hacía siglos. Según una leyenda local, un miembro de la familia había sido enterrado vivo en ese lugar, condenado a vagar por la casa en busca de venganza.
Antoine y Thomas, armados con linternas y una cámara, descendieron a la cripta. El ambiente era húmedo y cargado de una energía opresiva. Al abrir el ataúd, sintieron una corriente de aire frío que les heló la sangre. En ese momento, las luces se apagaron y un grito desgarrador resonó por todo el lugar. Cuando las luces volvieron a encenderse, Antoine y Thomas se encontraron solos. El ataúd estaba vacío.
A partir de ese momento, los fenómenos paranormales se intensificaron. Objetos se levitaban, puertas se abrían y cerraban solas, y una sombra oscura, con la forma de un hombre encapuchado, comenzó a aparecer en las grabaciones. Antoine y Thomas estaban convencidos de que la presencia maligna que habitaba la casa estaba relacionada con el espíritu del hombre enterrado vivo.
Decididos a poner fin a la pesadilla, buscaron a un exorcista. El sacerdote, tras escuchar su relato, aceptó ayudarlos. Durante el exorcismo, la casa se convulsionó. Muebles se rompieron, cuadros cayeron de las paredes y un viento helado recorrió cada rincón. Finalmente, el sacerdote logró expulsar al espíritu maligno de la casa.
Antoine y Thomas, exhaustos pero aliviados, abandonaron la casa para siempre. Sin embargo, Antoine nunca pudo olvidar las noches de terror que había vivido y la sombra que lo había perseguido durante tanto tiempo. |