Tengo 15 años.
Entré a su chalé.
Todo aludía a valiosa cualidad.
Pronto no sentamos en el suelo, en una gran alfombra.
Conversaba de mucho.
Lo que presencié lo escribo ahora.
Desenmascarando al tipo, puedo describirlo.
Se identifica intrínsecamente con lo selecto y supremo. Tiene la cultura de varios ancianos y se ha trabajado a sí mismo para mostrar cierta congruencia fina y con estilo.
Traga. Traga con elegancia lo que le “llama”, Lo que es puro. Sí, le atrae mucho la pureza. Lo sano, la gracia, lo juvenil. Como robando, como vampirizando, llenarse de aquello con suavidad y paciencia, todo como parte de un ludismo, drama para lo añejo, para refrescarse en el divertimento infantil. Sufran los traídos a sacrificio. Porque como muchos, persigue la belleza.
Creyendo que es la mejor de las cocaínas, jala lo virginal. Se vierte una escencia más humana, ligera, desprendida, inocente y aguda. Gracia de Virgo, ternura, curiosidad, sinceridad y gran creatividad... toda la energía de las fuerzas iniciales y cósmicas.
Pero él…
Él no se pierde.
Se guarda el sardonismo. Y ese es un punto de quiebre en todo lo que quiere aparentar. Porque él no es lo que anhela.
Se advierte que se desenvuelve en lo dionisíaco. Se dirige insistente a la atrocidad profunda y retorcida de una forma trivial, pueril. Burla que se revuelca en lo sangriento. Oscura podredumbre proveniente todo de un poder obtenido con paciencia y corrupción para profanar en tortura esa ingenuidad que quiere para él. Abuso paulatino del morbo. Y está entonces un resplandeciente y sublime placer.
El círculo empieza: ante la negación a él de aquello único, selecto y supremo escogido, se atiende su ego a una ofensa directa. Desconcierto. Yo. Un yo perdido. Declaración de guerra. Retorcerse el alma en desviaciones. Se frota las manos despaciosamente y vuela libre, ahora sí, su íntima imaginación, rayar con suma cautela, boicot bien trabajado, moldear desde su propio interior escencial “una suculenta y estratégica fealdad” violando, tragando, corrompiendo e inyectando aquello que será ahora un tumor y pronto algo ajeno y horrible.
Me retracté y falseé una sonrisa, con miedo. Aludí a la complicidad con un comentario entretenido. Los ánimos se calmaron.
Salí del chalé, decidida.
Con la intuición de haber estado sentada en una alfombra que cubría sutilmente decenas de selectos espectros y fantasmas en agonía. |